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Crítica:LA LIDIA | México
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Zotoluco y Ortega, a hombros

Rafael Ortega triunfó en el mano a mano que sostuvo con Zotoluco cortando tres orejas y un rabo. Al banderillear espectacularmente al segundo bis, la música tocó en su honor. En su trasteo dominó al andarín cornúpeta y al ejecutar con verdad la suerte suprema recibió una cornada cerrada en el muslo derecho. No quiso ingresar a la enfermería hasta lidiar a sus otros dos ejemplares.

Con el marmolillo cuarto volvió a lucirse con los palitroques y sentado en el estribo inició su reposada faena en la que ligó templados naturales.

Con el bravo y codicioso sexto, los alternantes recibieron la pelea en quites. Ortega lo hizo primero por vistosas caleserinas y después, en la réplica, por ajustadas chicuelinas, mientras que Zotoluco quitó primero por suaves chicuelinas y en su segunda intervención dibujó una media verónica.

De la Mora / Zotoluco, Ortega

Toros de Fernando de la Mora, devuelto el 2º por despitorrarse: serios, blandos; descastados, sosos y pitados en el arrastre, excepto el 6º. Zotoluco: oreja y oreja protestada; aviso y al tercio. Rafael Ortega: silencio; oreja protestada; orejas y rabo protestado. Ambos salieron a hombros. Monumental Plaza de México, 28 de noviembre. Cuarta corrida de la temporada. Más de media entrada.

Con este astado, que por su extraordinario tranco mereció arrastre lento, y salvó el prestigio de la divisa, Ortega se volvió a lucir con los palitroques. Marcando los tres tiempos cuajó una emotiva faena, premiada benévolamente con el rabo 117 -en la historia del coso-, y ante las protestas lo depositó en el callejón dando la vuelta sólo con las orejas.

Eulalio López, Zotoluco, brilló como un torero poderoso toda la tarde. Con el primero, que desarrolló sentido, dio una cátedra de buen lidiador. De hinojos saludó con larga cambiada al tercero. Llevando muy embebido al rajado y peligroso enemigo, trazó lentos pases en una faena en la que se jugó la vida.

Con técnica y aguante, Zotoluco le tapó la cara al inválido quinto hasta lograr que hiciera el recorrido completo, y así enhebró sus rítmicos redondos y naturales.

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