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Reportaje:BALONCESTO | NBA

El regreso de la maravilla

Grant Hill, conocido como 'el nuevo Jordan' en su época universitaria, vuelve a pisar fuerte con los Magic tras cuatro operaciones de tobillo

Cuando era pequeño, Grant Hill solía jugar a que estaba lesionado. Caminaba por su casa cojeando y se sentaba en un sillón con una pierna apoyada en la mesa. Así era como veía a su padre. Como uno de los mejores running backs de los 70, Calvin Hill llegaba dolorido tras los entrenamientos y los partidos y con la sensación de que ése día sería el último de los suyos como jugador de fútbol americano. No fue hasta 25 años después, en 2000, al sufrir la primera de sus cuatro operaciones en un tobillo, cuando Hill entendió que su broma a su padre no tenía gracia.

Solo Hill (Dallas, Estados Unidos; 1972) conoce la fuerza que le ha guiado a luchar contra la naturaleza y negarse a creer que fuera el nuevo Michael Jordan del baloncesto norteamericano a pesar de ser conocido así en sus años universitarios. Tras firmar un contrato de 93 millones de dólares, decidió dejar Detroit por el sol de Orlando. En sus cuatro primeros cursos, lastrado por las lesiones y acompañado siempre por una bolsa de hielo en un pie, jugó 46 partidos, apenas algo más de media temporada. Tras pasar la pasada en blanco, decidió dar una última ocasión a su tobillo o tal vez su tobillo decidió darle una última ocasión. Ahora parece haber recobrado el juego que le hizo famoso en los 90 con unos números excelentes tras una larga inactividad: 20 puntos, 4 asistencias y 6 rebotes de media.

De pequeño jugaba con su padre, estrella del fútbol americano, a estar lesionado

¿Por qué ha vuelto Hill? Obviamente, no tiene problemas económicos. Nunca los tuvo. Es una de esas rarezas que ocurren muy de vez en cuando en el deporte. Un niño bien, hijo de un jugador de los Cowboys de Dallas y una reconocida abogada, compañera de cuarto en la universidad de Hillary Clinton, que no halló en su bienestar un impedimento para forjarse una leyenda como prodigio del basket.

Cuando tuvo que escoger una universidad, Hill eligió Duke, un selecto rincón en Durham (Carolina del Norte), donde las familias burguesas del Sur de Estados Unidos mandan a sus hijos para prepararse a dirigir las empresas de sus padres. Da la casualidad de que Duke goza además de un excelente programa baloncestístico. De la mano de Mike Kryzewski y junto a grandes talentos como Christian Laettner y Bobby Hurley, logró dos campeonatos nacionales y un subcampeonato.

Ante el draft, Hill ya era conocido como el nuevo Jordan. Tras ser elegido en el número 3 por los Pistons, nunca se convirtió en su rival de Chicago, pero no estuvo lejos. Con sus 2,03 metros y una habilidad asombrosa para manejar el balón, fue elegido novato del año junto a Jason Kidd y el más votado con vistas al partido de las estrellas en su primer año profesional. Tras seis campañas en Detroit, era el jugador perfecto. Inteligente, disimuló sus defectos y entendió el juego y a sus compañeros. Luego, decidido al salto de calidad, eligió a los Magic, que habían fichado a Tracy McGrady para el papel de Scottie Pippen en Chicago.

Cuatro años después, McGrady, en Houston, es uno e los mejores jugadores de la Liga y Hill reunió la mayor colección privada de arte afroamericano y de crear un sistema de becas universitarias que distribuye entre los menos favorecidos. Ante los tristes eventos que protagonizó Ron Artest, el retorno de Hill supone la mejor noticia en la NBA. Un jugador maravilloso que nunca se rindió ante las adversidades.

Grant Hill intenta una entrada a canasta ante Brian Grant.
Grant Hill intenta una entrada a canasta ante Brian Grant.NBA

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