El Athletic cura sus heridas
El Racing se asusta en un San Mamés volcado con Gurpegui
Necesitaba el Athletic una victoria para salir de las dudas surgidas tras la depresión de Anoeta, para huir del infierno de la clasificación y para liberar al entrenador de cuestionamientos innecesarios. Necesitaba el Athletic una victoria que le liberase del peso de la sentencia contra Gurpegui y la disfrutó con un gol del jugador navarro, de los suyos, de cabeza, para que el mosaico a su favor que le dedicó San Mamés tuviera algo más que un sentido solidario. Necesitaba el Athletic una victoria para olvidar los temores de la presencia en la portería de Pampín, un joven de 20 años con 16 partidos en Segunda B. Y la providencia, el esfuerzo de los futbolistas y la apatía del Racing se lo procuraron todo sin escatimar gastos. Fue una tarde redonda en la que el Racing jugó el papel de rival asustado, poblado de defensas, timorato, sin creer jamás en sus posibilidades. En tales condiciones, en San Mamés, el Athletic borra del campo a cualquiera, esté como esté. Si al equipo de Ernesto Valverde le dejan reposar su juego en la defensa, los problemas del contrario crecen. Y el Racing cometió el error desde el principio. Y eso que recibió un gol en el minuto cinco, de Ezquerro, es decir bello, de vaselina, tras una asistencia de Urzaiz.
ATHLETIC 3 - RACING 0
Athletic: Pampín; Iraola, Murillo, Prieto, Casas; Orbaiz, Gurpegui (Bordas, m. 85); Arriaga, Yeste (Tiko, m. 66), Ezquerro; y Urzaiz (Azkorra, m. 77).
Racing; Aouate; Pedro López, Oriol, Moratón, Bertín, Regueiro; Parri, Anderson (Matabuena, m. 63), Morán (Arizmendi, m. 63); Banayoun y Javi Guerrero.
Arbitro: Daudén Ibáñez. Amonestó a Casas, Bertín, Anderson y Pedro López.
Goles: 1-0. M. 7. Ezquerro, de vaselina.
2-0. M. 25. Gurpegui, de cabeza.
3-0. M. 63. Urzaiz.
Unos 32.000 espectadores en San Mamés. Los jugadores del Athletic saltaron al césped con camisetas blancas con el lema Gurpegui, justicia. En la grada hubo miles de cartulinas rojiblancas con el dorsal del jugador navarro: el 18.
Con el público entregado, por el caso Gurpegui y el estado de necesidad, y el equipo ordenado por la cabeza sensata de Orbaiz, al Racing no le dio tiempo ni a salir de su área cuando se encontró con el segundo gol, 20 minutos después, obra del propio Gurpegui, el futbolista agobiado pero inasequible a las sentencias. Un gol de potencia al que colaboró la inoperancia de la defensa cántabra. Oriol se durmió al cerrar el fuera de juego y el cabezazo de Gurpegui, bellísimo, liquidó el partido. El Racing no estaba para ganar y mucho menos para remontar. Se defendía mal y no atacaba, sin orden ni concierto en el centro del campo.
El Athletic se adueñó del encuentro por intensidad, por calidad y por ansia. Cuando pintan bastos, cuando se intuye una agresión -y el Athletic interioriza como tal lo de Gurpegui-, el equipo bilbaíno suele conceder exhibiciones portentosas, a ser posible en San Mamés, con un público que enjuagó el desastre de Anoeta en la sentencia sobre Gurpegui. El mosaico con su nombre y con su número se construyó tres veces: cuando salió, cuando marcó y cuando se fue. Entremedias, Iraola, un futbolista que se agiganta cada semana, se inventó una jugada con el pecho y un centro a pie cambiado que Urzaiz envió a la red. El Racing sólo pasaba por allí.
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