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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Raíz pictórica española

La próxima cita con esta exposición será en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, una visita más que justificada no sólo por el amor profesado por el paisaje vasco desde muy temprano por este artista, nacido en Huelva, sino por la influencia que ejerció en la emergente pintura moderna del País Vasco. Esta es una ambiciosa antológica, con 91 cuadros, 47 dibujos, 15 grabados y el amplísimo muestrario de dibujos, acuarelas, óleos y temples que sirvieron para la obra mural de La Rábida en conmemoración del descubrimiento de América, así como que el comisariado de la exposición ha corrido a cargo de Jaime Brihuega e Isabel García, autores de un trabajo, en cantidad y cualidad, muy encomiable.

DANIEL VÁZQUEZ DÍAZ 1882-1969

Museo Nacional Centro

de Arte Reina Sofía

Santa Isabel, 52. Madrid

Hasta el 10 de enero de 2005

En cierta manera, quizá el pintor de vanguardia más popular en el difícil contexto español del siglo XX, a lo que contribuyó mucho la plétora de discípulos que tuvo, jóvenes artistas de varias generaciones, hasta llegar al mismísimo Rafael Canogar, Daniel Vázquez Díaz ha sido víctima paradójica de su reconocimiento, que se mantuvo, dentro de un ámbito de simpática proximidad familiar, hasta el final de su longeva existencia, pues murió en 1969 a los 87 años, contando entonces sólo un lustro menos que Picasso, del que fue coetáneo, ya que nació un año después y falleció cuatro antes que éste. Si remarco estos datos es porque Vázquez Díaz no sólo también fue andaluz, sino porque se instaló en París poco después y permaneció allí hasta 1916. Si esta instancia en los años cruciales de la vanguardia histórica fueron determinantes permitiéndole asistir en directo a la génesis de la pintura moderna, no cambió su actitud artística moderna al regresar a España e, incluso, fue entonces cuando elaboró su estilo más característico, que ha sido juzgado como una síntesis entre un lenguaje poscubista y una asimilación de la tradición histórica de nuestro país. De manera que, como escribió José Francés, he aquí el caso de un artista simultáneamente muy moderno y muy antiguo, pero cimentando su anclaje en la Escuela Española de una forma peculiar, en la antípoda del expresionismo de veta brava, en esa corriente más mineral, cristalina o, si se quiere, geometrizante, de Juan de Herrera, Zurbarán, Meléndez y Juan Gris, lo cual quizá ayude a explicar cierta perplejidad local a la hora de asimilar su aportación, que es indudablemente española, pero no tópicamente española.

En este sentido, y en otros,

que se refieren al papel específico desempeñado por Vázquez Díaz en el contexto del desarrollo y significación de la vanguardia histórica de nuestro país, el mérito de esta antológica es enfrentarnos con un amplio muestrario de su trayectoria, a través del cual podamos aclararnos y comprender mejor su sólido estilo y lo que supuso de ejemplo como singular acicate del arte español entre 1920 y, por lo menos, 1950. Antes nos referimos a la huella dejada en la modernización artística del País Vasco, al que aportó una línea analítica y solidez constructiva de estirpe forjada a la sombra de Cézanne y, sobre todo, de Gris, lo cual tiene su mérito, porque una geografía pluvial, de cielo encapotado y vegetación feraz, propende a estimular el cromatismo exaltado o de variopintos y refinados matices, pero no la dimensión geométrica. Por otra parte, tampoco es la mejor vía para recrearse en el folclorismo, que tantos estragos produjo en la pintura regionalista de principios del XX en España, forjada entonces, en medio del fervor de la generación del 98, por la exaltación nacional de Castilla o de cualquier otro desenfreno localista alternativo.

Tampoco hay duda de que, si hablamos de magisterio, y no hay un ejemplo más fecundo que el de Vázquez Díaz, siempre importa más el "espíritu de geometría" que el de "fineza", la construcción que el capricho, la norma que la diablura. Los comisarios recalcan la adelantada contribución de Vázquez Díaz en la configuración de un lenguaje vanguardista, de suyo cosmopolita, pero sin que diese la espalda a la tradición española, algo en lo que insistieron otros españoles más jóvenes de los años veinte y treinta. Por último, la antológica muestra cómo el rigor de Vázquez Díaz nunca es simple frialdad, sino que está dotado de un pálpito sensible y un refinamiento, que, a veces, roza lo admirable, como comprobará el visitante ante las mejores creaciones de este pintor andaluz, español y universal.

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