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GOLF | Inglaterra, campeona del mundo

El público, "fantástico"

Carlos Arribas

"Fantástico", dijo, expansivo, el inglés Paul Casey; "el público ha estado fantástico. Hasta me ha aplaudido cuando he reparado en el green del [hoyo] 11 una de las marcas de los españoles".

La pregunta se la había hecho un periodista también inglés. Necesitaba contrastar su propia apreciación. Pese a que el golf vive de la fama de que sus aficionados son, antes que nada, aficionados al golf, al buen golf, no forofos nacionalistas chovinistas, llegados los momentos clave en los grandes torneos, la última ronda de un Masters, por ejemplo, o los días de la Copa Ryder o las competiciones en que los jugadores se agrupan en equipos, bajo una bandera..., la falta de educación, la agresividad, el hooliganismo..., se han dejado ver. Sergio García y Miguel Ángel Jiménez, que sufrieron en la Ryder del 99, en Boston, aún recuerdan a la afición norteamericana ebria de cerveza y whisky conduciendo en sus excesos a sus jugadores, ebrios de fervor nacionalista, hacia el desprecio de los europeos.

Dados los tiempos sensibles que vienen, el nuevo furor de las banderas, los golfistas ingleses podían sentirse cargados de razones para temerse lo peor al llegar por la mañana al Real Club de Golf de Sevilla, una pincelada verde en medio de un páramo y de tierras de cultivo que se preparan para la siembra. Diseminados por el campo, 15.000 espectadores, cifra récord de la semana, se preparaban para el inevitable triunfo de la pareja española. Pero García y Jiménez no ganaron y no pasó nada.

"staban como locos con los suyos y los aplaudían con fervor. Era lógico", dijo Luke Donald, el reposado arquitecto del triunfo inglés; "pero también nos felicitaron a nosotros. También aplaudieron nuestros golpes buenos".

Casey, el gran crítico del chovinismo norteamericano, parte mañana hacia Estados Unidos a fin de prepararse para jugar la próxima temporada en su circuito. "Seguro que le va bien", le alentó García, un europeo que pasa buena parte del año jugando en ese país. "Los buenos aficionados entenderán que se han tergiversado sus declaraciones y sólo le molestarán los típicos borrachos que no olvidan nunca".

Como le recordaba otro periodista inglés, Casey pensó el miércoles, cuando los estadounidenses de fina piel empezaron a reaccionar a sus declaraciones de malestar hacia su forma de ser, que ésta podría ser la peor semana de su vida. Ayer, sin embargo, después de un increíble festival de largos putts, la consideraba la mejor. "Todo lo que me ha pasado, incluso la pérdida de mi patrocinador, me ha enseñado mucho", afirmó; "soy más duro, más fuerte. Y ahora estoy deseando irme a Estados Unidos. Estoy deseando que empiece la temporada. Espero que se porten bien conmigo. De todas maneras, sí, estoy un poco preocupado por cómo me vayan a recibir".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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