"¿A qué juegas, Rooney?"
La primera víctima de Wayne Rooney fue Joaquín, levantado por los aires como un corderito de una patada en la pantorrilla. El extremo del Betis relató su encuentro con el más indómito de los futbolistas del fútbol mundial: "Le miré a los ojos y estaba fuera de sí, como si no supiese dónde estaba ni qué hacía. No entendí lo que me dijo. Me di la vuelta y le pregunté: '¿A qué juegas?'".
Cuando la hinchada inglesa, abanderados cruzados de lugares como Luton Town, Bristol City o Reding, entonaron el 'God Save the Queen' lo cantaron con el mismo fervor patrio que el "¡Rooooooooooooney! ¡Rooooooooney!".
El compacto delantero del Manchester United es su hombre. El más fidedigno representante del inglés proletario, maleducado, abandonado por el Estado a su suerte y redimido en un campo de fútbol. A los hinchas ingleses congregados ayer en el Santiago Bernabéu les emocionó ver a aquella fuerza de la naturaleza buscar el gol ante Casillas y perder la calma cuando su equipo no tuvo la pelota.
"Rooney perdió los papeles", dijo Asier del Horno; "cuando la gente se ha puesto a cantar olés, no lo ha podido soportar".
España manejó la pelota, la grada cantó "olés" y Wayne Rooney entró al trapo. Primero fue a por Joaquín, al que amasijó de una patada. Después se ocupó de empujar a Casillas en una acción éticamente reprobada por el público. Y luego dejó tendido de un puntapié a Marchena. Su compañero de equipo, David Beckham, hizo la declaración oficial: "Wayne es joven y tiene que aprender a controlar sus emociones".
El seleccionador español, Luis Aragonés, también tuvo un recuerdo para Rooney y su calidad como futbolista. "Es un jugador irascible, pero también un gran futbolista. Las cosas que pasan en el campo se quedan ahí. Yo le habría quitado porque podría haber sido expulsado y habría sido más perjudicial", afirmó el técnico del combinado español.
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