Precisión y poesía

El 10 de marzo de 2004 se presentaron en Madrid, dentro de estos ciclos de Lied, Christian Gerhaher y Gerold Huber con un programa dedicado íntegramente a Schubert. Fue el recital del año. Ahora vuelven con un monográfico Schumann y las impresiones de entonces se revalidan. Como hace 9 días en el sancta sanctorum de la Filarmónica de Bilbao, la pareja alemana ha deslumbrado desde la contención, desde el rigor en la construcción de un universo poético a partir de los contenidos de la palabra. Palabra no solamente entendida en su significado, sino también en su estética. La sustancia del lied es desarrollada por medio de una estrecha conjunción entre la voz y el piano. Por si fuera poco, la compenetración entre los dos artistas es absoluta. Y parejo es asimismo su nivel de calidad.

Bien, la atmósfera está conseguida. La voz, el piano, la recreación del Romanticismo en sus esencias más ocultas. Es necesario, en cualquier caso, cierto nivel de ensoñación, cierta dimensión intelectual. Se consiguen. El tiempo fluye musicalmente con una densidad precisa La dicción es clara, el fraseo inequívoco, el acompañamiento pianístico enriquecedor. Las concesiones a la galería son mínimas. No hacen falta. La verdad del lied se muestra con naturalidad, sin aspavientos innecesarios. Los argumentos que importan están en función de una urgencia expresiva. Y así, el reconocimiento de admiración llega con Dichterliebe y el estremecimiento con Sechs Gedichte opus 90 y Réquiem, tal vez porque a estas alturas del recital todo se ha intensificado a unos límites ciertamente emotivos. Por ello, cuando llegan las tres últimas canciones, con Die Lowenbraut para empezar tocando la perfección, el espectador está sumergido hasta las últimas consecuencias en un mundo sobrecogedor e irresistible que gracias a los artistas se vuelve cercano. Del recital queda para el recuerdo una enorme sensación de autenticidad.