Un misionero en la cancha
Dwight Howard, número uno del 'draft', se ha puesto como objetivo extender el cristianismo en el campeonato, como ya intentara Robinson
Los nuevos tiempos de la NBA han generado la figura del chico que salta directamente del instituto a la gran Liga del baloncesto mundial. Y no llegan como cobayas al duro y muy competitivo mundo de Shaquille O'Neal y compañía. Son muchachos de 18 años que se enfrentan inmediatamente con la presión del campeonato, con las expectativas que se levantan en torno a ellos. Son jugadores como Lebron James o Dwight Howard, elegidos en el primer puesto del draft en los dos últimos años. Han nacido para ser estrellas del baloncesto, pero sus mundos son muy diferentes. James, el jugador mediático; Howard, el misionero de las canchas.
Cinco meses antes de que Lebron James fuera elegido como número uno en el draft de la NBA de 2003, el actual jugador franquicia de los Cleveland Cavaliers había sido portada de todas las revistas de deportes de Estados Unidos, disponía del número personal de Michael Jordan, había firmado un contrato millonario con Nike y conducía un lujoso vehículo todoterreno Hummer.
El pasado junio, los Orlando Magic eligieron a un chico de Atlanta llamado Dwight Howard en el primer puesto del draft. A diferencia de Lebron James, Howard (18 años, 2,11 metros, alero-pívot) siempre se planteó el futuro desde una perspectiva muy diferente. En su cuarto no había fotos de coches lujosos que un día podría comprar, ni siquiera un póster de su jugador favorito, David Robinson. En las paredes de su habitación solo destacaban dos hojas, una con los diez mandamientos escritos a mano y la otra con un dibujo de la silueta de Jerry West, que da forma al logotipo de la NBA, a la que Dwight le había añadido una cruz en el pecho del ex jugador de los Lakers y actual manager general de los Memphis Grizzlies.
El salto que Dwight Howard decidió dar desde el instituto a la NBA no sorprendió a nadie. A los 16 anos ya era considerado uno de los jugadores con más proyección del país y como es habitual con este tipo de jugadores, las principales universidades del país no movieron un dedo para reclutarle. En sus dos últimas temporadas en el instituto Southwest Atlanta Christian Academy alcanzó unos promedios de 25 puntos, 18 rebotes, 8 tapones y 3 asistencias por partido. Tras tres apariciones con los Magic, Howard, de 2,11 metros de estatura y 108 kg de peso, no ha decepcionado, anotando 8 puntos y cogiendo 11 rebotes de media.
Según Sonny Vaccaro, gurú del baloncesto de instituto norteamericano, Howard es a su edad el jugador mas versátil que ha visto jugar y eso incluye a Alonzo Mourning, Shawn Kemp y O'Neal. Sin embargo, para Dwight las estadísticas y los elogios son secundarios, y el anillo de campeonato es un sueño que sólo le serviría como plataforma para alcanzar mayores logros.
Hijo de un policía y sobrino de un prestigioso fiscal de Atlanta, Dwight Howard se ha puesto como objetivo extender el cristianismo en la NBA, una misión complicadísima para un chico que ha pasado la mayor parte de su vida entre los tres kilómetros de distancia que separan su casa, la escuela y la iglesia. Su ídolo, David Robinson se convirtió en pastor cristiano durante la temporada 93-94. Para entonces El Almirante ya era una de las mayores estrellas de la NBA, status que no le sirvió cuando intentó evangelizar el vestuario de los San Antonio Spurs. Un grupo de jugadores liderados por Dennis Rodman acabaron por explotar ante las intenciones de Robinson y el equipo, el más completo de aquel momento, acabó cayendo en las finales de la Conferencia Oeste ante los Rockets de Hakeen Olajuwon.
Dwight Howard ya ha declarado que no intentará forzar a ningún compañero pero que se beneficiará de su nueva posición para llevar a cabo su "misión". Para Howard, un campeonato nacional solo sería el primer paso para cumplir su sueño, el mismo que esta colgado de la pared de su cuarto: Jerry West con la cruz en el pecho. Sin embargo, Howard no es todavía David Robinson y esta por ver como reaccionarán a su intención de "guiarles por el buen camino" ciertos jugadores que hacen del mal comportamiento su sello personal. Antes o después, Dwight Howard se cruzará con su Dennis Rodman particular.
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