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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Bush, ese hombre

Dicen que mira muy de frente a sus paisanos, pero esos ojos no invitan a conversar, sino a sumirse cautivos en la cruzada de fervor familiar y mesiánico unidireccional que le caracteriza o posee.

Bush camina sin aire, entorpecido por su par de piernas como si de muletas se tratara. Hay quien dice que sus asesores le han proyectado miles de veces Falso culpable (Henry Fonda) y Solo ante el peligro (Gary Cooper), por ver si mejoraba, por lo menos, la apariencia de su andadura. En vano. La personalidad de Bush es impermeable a cualquier intento estético de diseño flexible. Trabajoso en su sonrisa, repentino en sus furores, estático in albis ante el terror y paralizado en su vértigo (esos minutos de desolación sin saber qué decir cuando la propia esencia nada le transmite, ni con ocasión del atentado a las Torres Gemelas), Bush es la figura perfecta del poder abstracto y blindado. Le blinda sobre todo la familia, la fortaleza de Laura, el pajareo de sus hijas; los encantos de la tradición hogareña bucólico-evangelista, petroleados a modo. Es nada menos que ese hombre encrucijada de intereses, un frente más que una frente donde los sueños gimen.

La suerte está echada, vaya suerte para los cuatro años que nos esperan. De muerte. O no, porque darán mucha vida a los que ya la tienen abundante. Y puesto que no hay que llorar silencios, ¿por qué no intentar ver las cosas bajo una luz más propicia?

Ese hombre que, traducido, se resuelve en mata o arbusto o matojo, es al fin y al cabo un aderezo ideal para las digestiones que nos esperan. Y la dieta es estupenda: de mañana, una niebla espesa descontaminará el insoportable azul de las descripciones románticas; a mediodía, un envío de marines asestará otro golpe penúltimo al terrorismo indomiciliado en el lugar exacto de su precisa ilocalización, y ya con el crepúsculo, entonaremos el Ángelus de la noche compacta, libres de ofuscaciones luminosas, al claro resplandor de la obediencia feliz. Ya lo dijo Bernanos: la libertad, ¿para qué? Pues eso: duelos y quebrantos. Pero también coros y danzas, y una buena megahamburguesa, y barra vigilada para (Haro Tecglen y otros) los hijos de Caín.

Dado que el mundo no es perfecto, ya se arreglará.

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