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MOTOCICLISMO | Gran Premio de la Comunidad Valenciana, última cita de los Campeonatos del Mundo
Columna
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Castas y galgos

La presencia como wild card en 125 de Julián Miralles júnior, hijo del que fuera campeón de Europa con Derbi y uno de los factotum del circuito valenciano, ha podido suscitar algunos comentarios. Objetivamente nada hay que decir (Miralles Jr. ha brillado en fórmulas de promoción y va 2º en el Europeo de 125), pero siempre acaba surgiendo la eterna cuestión sobre la sangre y la igualdad de oportunidades. Todos los aficionados españoles conocen la historia de la familia más famosa del motociclismo nacional, formada por el pluricampeón Ángel 12+1 Nieto y sus hijos Gelete -hoy piloto en la Fórmula Nissan-, y Pablo (6º en el Mundial de 125cc), y su sobrino Fonsi (7º en el de 250cc). Vista la poca fortuna de Gelete, emigrado a las cuatro ruedas, y el fuerte bajón de Fonsi, que fue subcampeón en 2002, sólo Pablo parece hoy capaz de demostrar que la madera de piloto también se hereda en esta saga. (Hay que recordar a dos históricos corredores valencianos de los años cuarenta a sesenta, Paco González y su hijo Paquito, que llegaron a disputar carreras juntos, ambos en Bultaco, ¡y a luchar por el podio!)

Entre los extranjeros la referencia ineludible es Rossi, el actual campeón de MotoGP, cuyo padre fue uno de los privados más o menos destacados en 500cc a finales de los años setenta. Graziano Rossi nunca se tomó las carreras en el mismo plan que su hijo Vale pero tampoco dispuso de los medios que ha tenido su retoño, un fuoriserie que va camino de convertirse en el Michael Schumacher de las dos ruedas.

Caso inverso puede ser el de la saga Roberts. Su patriarca es el norteamericano Kenny Roberts, tres veces campeón mundial de 500. Roberts llegó al Mundial en 1978, con veintisiete años -un viejete, vista la tendencia actual- y dos títulos del campeonato AMA en el bolsillo, y en su primer Gran Premio batió al campeón Barry Sheene. Ganó la corona y la mantuvo con éxito las dos temporadas siguientes. 3º en 1981 y 4º en 1982, su último año en activo fue una batalla épica contra el joven Freddie Spencer, que Roberts perdió por sólo dos puntos. Siguió en el Mundial como mánager del equipo oficial Yamaha y luego montó su propia escudería. Los últimos siete años deben haber sido bastante duros -la Proton KR3 no va ni patrás- pero también un buen negocio para Roberts. Su hijo mayor, Kenny, entró en la historia al convertirse en el primer piloto que seguía los pasos de su padre y ganaba la corona de 500. Condujo con poco éxito la Modenas del equipo de su padre antes de fichar por Suzuki. El cambio fue bueno para ambos porque en 1999 quedó subcampeón y al año siguiente lograba para la firma japonesa su primer título mundial desde 1993. Sin embargo, en 2001 Kenny Jr. era una sombra de su propio pasado al terminar el Mundial en 11º posición. Su hermano Kurtis, dueño de varios títulos AMA de Supersport y Formula Xtreme en su país natal, languidece en el equipo Proton paterno y pone cara de asco cuando se le pregunta por la moto. Uno puede heredar el talento, los medios, todo a la vez, o nada. A veces ser hijo de papá también puede resultar una verdadera cruz.

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