Sentencia de El Cabanyal
Ahora se podrá comportar la alcaldesa de Valencia, con ayuda de una sentencia política, como antaño el cesar romano Nerón. La sentencia del TSJ no sólo es mala para el barrio y la fachada futura de Valencia, sino que también potencia la impresión de fatalismo ante la justicia.
El argumento utilizado repetidamente por la alcaldesa, de que cuenta con el apoyo de la mayoría para su política, es perjudicial y fatal para la conciencia democrática: el elemento fundamental del sentido europeo del Estado de derecho y de la sociedad civil es que el "poder de la mayoría" se limita a sí mismo. Hay derecho de protección contra la mayoría: para débiles (discapacitados, por ejemplo), la naturaleza (que no puede defenderse a sí misma), minorías (pertenecientes a religiones minoritarias, por ejemplo), o monumentos (por ejemplo contra intereses económicos dominantes de la mayoría). Ésta es la pequeña diferencia con respecto al tiempo de los reyes o dictadores. Cuando (¡de nuevo!) la justicia política se arrellana, dejan las leyes de tener sentido y fiabilidad. Los once jueces, que se han pronunciado por la destrucción de casas de El Cabanyal, declaradas de patrimonio nacional, han asumido una grave culpa contra la conciencia de justicia y contra la democracia.
Además, con la amplia demolición de El Cabanyal, que la alcaldesa quiere iniciar rápidamente (¿con qué dinero?), se perderá la importante oportunidad de mantener la originalidad de la imagen de la ciudad y su explotación turística, precisamente para los abundantes visitantes de la Copa America.
Estamos dispuestos a pagar los costes del viaje de la alcaldesa a Amsterdam, al barrio Jordaan o al barrio Ottensen en Hamburgo, donde la renuncia (¡en los años 70!) a la demolición ha llevado a la renovación y revalorización de ese barrio y a convertirse en una atracción turística y también económica.
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