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Reportaje:REPORTAJE

El fracaso (deportivo) de la India

Leontxo García

Todos los países grandes, y algunos pequeños, invierten mucho dinero en el deporte olímpico porque las medallas son un termómetro de su prestigio. Excepto la India: 1.100 millones de habitantes, líder en producción de películas, programas informáticos y tecnología nuclear; si se exceptúa la gloria, ya rancia, del hockey sobre hierba, sólo cuatro indios han subido al podio en cien años. El gran progreso de los vecinos chinos empieza a producir cierto escozor.

La India, que en Atenas logró sólo una medalla de plata en tiro, ocupa el último puesto de la clasificación que divide el número de preseas por el de habitantes. Sin contar los países muy pequeños, en el extremo opuesto está Australia, cuyos ciudadanos adoran el deporte, con 49 medallas y 19,5 millones de habitantes.

Buena parte de los planes para Pekín 2008 se han encargado al ejército, dado que el fracaso en una misión es inaceptable para los militares
Anand, campeón mundial de ajedrez: "India invierte poco en deporte y de manera poco eficaz, sobre todo porque los directivos cobran una buena parte"
Smita Pant, agregada cultural: "Los padres indios muestran gran interés en que sus hijos estudien, pero apenas les importa que practiquen deporte"

Una mirada superficial a las peculiaridades del segundo país más poblado del mundo, con 1.600 idiomas o dialectos (sólo el 30% habla el hindi, idioma oficial), ya aporta algunas pistas interesantes. Por ejemplo, la minuciosa planificación a largo plazo que se requiere para convertirse en una potencia del deporte profesional es justo la antítesis del caos que preside las ciudades indias; cada día, la vida es tan intensa que las personas, los animales y los vehículos de toda índole se mueven y se rozan como si el fin del mundo fuera inminente, en una permanente explosión de olores y colores. Salvadas las proporciones, los pueblos no son muy distintos: la vida (tenderetes, comercios, paseantes, mirones, niños y mayores) está volcada a ambos lados de la carretera, habitualmente atascada por las sagradas vacas que la atraviesan lentamente o se paran sin más, y por un tráfico infame. En realidad, tiene que ser así: según la ONU, sólo el 3% de los hogares indios ingresan más de 2.000 euros al año; y más de la tercera parte de la población existe por debajo del umbral de la pobreza. Sobrevivir cada día es el deporte nacional en el clima caluroso y húmedo que define a casi todo el subcontinente indio; por cierto, la vecina Pakistán tampoco sobresale en el deporte, por no hablar de Nepal, Bután, Bangladesh y Sri Lanka.

Pero ese mismo país produce más películas que Hollywood y exporta programadores informáticos. Se le supone capacitado para crear centros de alto rendimiento, contratar entrenadores extranjeros y promover el deporte masivamente, hasta convertirse en una gran potencia. Si cada indio aportase una rupia (0,017 euros) y hubiese un plan de patrocinadores similar al ADO de España, habría fondos suficientes para todo eso. Tampoco hay dudas sobre la capacidad de apasionamiento: el críquet, que no es olímpico, causa un fervor desmedido y atrae a muchos patrocinadores. Una multitud aclamó al ajedrecista Viswanathan Anand, paseado por las calles de Chennai (antes, Madrás) en una carroza de cuatro caballos tras ganar el Mundial de 2000; las televisiones interrumpían su programación para dar el resultado de sus partidas. Pero los éxitos en deportes olímpicos son contadísimos, si se exceptúan las 11 medallas (ocho de oro) del hockey sobre hierba masculino, hasta 1980. En deportes individuales, desde el bronce del luchador Jadhav en 1952, ningún indio subió al podio hasta que el tenista Paes y el haltera Malleswari lograron el mismo metal en 1996 y 2000, respectivamente. O sea que, aparte del hockey, la plata lograda por el tirador Rathore hace un mes en Atenas es el mayor éxito olímpico en la historia de un país con 1.100 millones de habitantes.

Hasta hace poco, esa desproporción tan llamativa sólo causaba cierto revuelo cada cuatro años, inmediatamente antes y después de los Juegos Olímpicos de verano. Pero las incisivas críticas publicadas recientemente por la prensa india reflejan el malestar provocado por la explosión de China en Atenas: tercera en el número de medallas (63) y segunda en las de oro (32) con el claro objetivo de superar a Estados Unidos y Rusia en los Juegos de Pekín 2008. "Ante la evidencia de que el interés por múltiples deportes genera sustanciosos dividendos a un país, necesitamos alcanzar a China, que tenía representantes entre los favoritos de casi todas las disciplinas en Atenas, incluso en aquellas, como esgrima o natación sincronizada, que hubieran sido objeto de burla antes de Deng Xiaoping por ser preocupaciones burguesas", escribió L. Balagopal en The Hindu, el diario más prestigioso. Otros artículos y cartas de lectores coinciden en la falta de planificación y de control de las federaciones deportivas, de la ineficacia o corrupción de muchos de sus dirigentes y el desinterés de las cadenas de televisión por todo deporte que no sea el críquet. Varios medios también publicaron imágenes del deterioro que sufre el estadio Nehru, en Delhi, y el consecuente disgusto del nuevo ministro de Deportes; la piscina olímpica de esa capital también deja mucho que desear. Asimismo, llama la atención que buena parte de los planes existentes para Pekín 2008 se han encargado al ejército: "Dado que el fracaso en una misión es inaceptable para el ejército, no dejaremos piedras sin remover hasta convertir la nuestra en un éxito", proclama Gen Padmanabhan, un oficial de alta graduación, en el Tribune News. ¿Por qué el ejército, y no los colegios y universidades?, se pregunta el observador.

Exclusión

Y en la respuesta se halla quizá el meollo del asunto: debido al enraizado sistema de castas, que el Gobierno va eliminando poco a poco, los dálits (intocables, muy marginados) y muchos grupos tribales estuvieron excluidos por completo de la educación, limitada a las castas más altas, hasta finales de los setenta. Muchos padres prácticamente analfabetos ven hoy cómo sus hijos, y sobre todo sus hijas, pueden acceder a una educación que ellos sólo vieron en sueños. En los colegios hay, lógicamente, mayores facilidades que en la calle para practicar deportes de manera organizada. Pero la India también es peculiar en esto: la educación física aún no es una asignatura obligatoria, a pesar de la creciente demanda. En ese contexto se entiende mejor el testimonio de Smita Pant, agregada cultural de la Embajada de la India en Madrid: "Los padres indios muestran un enorme interés en que sus hijos estudien, pero apenas les importa que practiquen deporte. Tampoco hay una obsesión masiva porque los hijos sean grandes profesionales del críquet; les parece una opción muy arriesgada". ¿Y el milagro chino puede cambiar esa mentalidad? "El progreso de China en la tecnología y la industria sí es preocupante para los indios. Pero no que los chinos ganen 62 medallas más que nosotros. Tenemos otras prioridades".

El ajedrecista Anand, residente en Collado Mediano (Madrid), llegó el jueves de la India, donde ha leído cientos de artículos sobre el tema durante las últimas semanas. "La opinión más extendida indica que la tendencia cultural de los indios hacia el ejercicio físico, así como la de los padres hacia el deporte como una carrera profesional, cambia muy poco a poco. Con la mentalidad actual, los deportistas de élite no tienen confianza en sí mismos; muchos utilizan el deporte para lograr trabajo en una empresa pública. Y la diferencia con China es muy clara: la India invierte menos dinero en el deporte, y de manera mucho menos eficaz, sobre todo porque los directivos cobran una buena parte", resume uno de los ídolos nacionales de un país de 1.100 millones de habitantes que apenas gana medallas.

El tirador Rajyavardhan Singh Rathore, medalla de plata en Atenas, a su llegada a Nueva Delhi tras los Juegos Olímpicos del pasado agosto.
El tirador Rajyavardhan Singh Rathore, medalla de plata en Atenas, a su llegada a Nueva Delhi tras los Juegos Olímpicos del pasado agosto.AP

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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