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Columna
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Las pantallas

En el corazón de las grandes ciudades del mundo se está sustituyendo la visibilidad de sus edificios por el fulgor de las pantallas. Nueva York, Londres y Tokio se imponen a los visitantes por la supercomunicación cromática en dos dimensiones y en puntos emblemáticos. La pantalla, paso a paso, está recubriendo el mundo con una segunda realidad y actúa como una puerta y una meta. Así, muy cerca de donde escribo, en el 212 de la 42 West Street de Nueva York, hay una cervecería donde el cliente encuentra sobre la pila del urinario una minipantalla de televisor y, en los retretes, colgando del techo, un televisor completo para quienes se sientan en la taza. La proverbial y tremenda costumbre de hacer largas lecturas mientras se hace de cuerpo se reemplaza por esta amenidad que aniquila la ocasión del libro. En general, las pantallas han ocupado tanto espacio que las editoriales están probando formas inéditas de promoción. Una de ellas se basa en asociar las publicaciones a la moda. Poner de moda el libro junto a los productos de moda o, también, proponer el libro como un artículo incluido en el mismo sistema que el deporte, las ropas, la música o el videojuego. En Estados Unidos, cadenas como Urban Outfitters colocan pilas de libros junto a las de camisetas.

Se había aceptado que lo audiovisual era la cultura joven, pero ¿quién se extrañaría de que la moda girara en cualquier dirección? Todavía hoy se vive en la boga del pantalón ancho y caído, pero ya aparecen revistas proponiendo vestir como los chicos disciplinados de los cincuenta. Paralelamente, en Estados Unidos,donde se impuso la indumentaria informal para los viernes, ha regresado el traje con corbata para todos los días laborables. ¿No podría volver el libro, a la vez que el gusto por el cigarro puro, el pañuelo a lo Audrey Hepburn, el Magnum de Dodge o el patín? Si la introducción de la pizarra a mediados del siglo XIX supuso una revolución en la enseñanza, la pantalla ha provisto de otra revolución física y emocional. Pero una vez que esa revolución llega al retrete, ¿no será el momento de la inflexión? La pantalla, en fin, nos ha envuelto de tal manera que ya nos roba incluso el pensamiento a la hora de evacuar. ¿No estará llegando el momento de salir afuera?

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