"Lo mejor está por llegar"
Hoy se cumplen ocho años del debú de Raúl como internacional
A Juan Pablo II seis médicos le habían extirpado el apéndice, José María Aznar andaba enredado con el PNV por la política antiterrorista y Francisco Álvarez Cascos revelaba en el Senado que Ernesto Sáenz de Buruaga, entonces jefe de Informativos de TVE, cobraba 35 millones de pesetas anuales. Aquel 9 de octubre de 1996 Raúl aún tenía un rostro infantil al que sólo envejecía una mirada firme, detenida y confiada. Extremadamente segura, como si nada pudiera acelerar el pulso de aquel atrevido "mocoso" al que Clemente, entonces seleccionador, había decidido darle la muleta. Por fin.
Hacía tiempo que el novato madridista aporreaba la puerta de la selección absoluta; pero Clemente, cauto él, tan amante de remar contracorriente, se había resistido más de la cuenta. Raúl se curtía entonces en la cuna de los sub 21, junto a su inseparable Iván de la Peña. Seis meses después de una guerra de almohadas propia de un colegio mayor en pleno vuelo de vuelta desde Praga, donde España, con Raúl -autor de los dos goles del 1-2- y lo Pelat, había logrado su clasificación para los Juegos de Atlanta de 1996, el hoy capitán de la selección regresó a la capital checa para matricularse por primera vez con el primer equipo nacional. España se jugaba un billete para el Mundial de 1998 y la noche checa era gélida. Alfonso fue la primera pareja de baile de Raúl en la línea de ataque, con Julen Guerrero, por entonces mediático como pocos, como media punta y Guardiola como faro en el segundo periodo. España empató a cero y Raúl comprobó en directo cómo se masticaban partidos de corte ácido. No estuvo brillante, pero sí decidido y hasta con un punto de arrogancia, cualidad necesaria para hacerse un hueco en el Olimpo del fútbol.
Desde aquella fecha, Raúl ha desfilado con España en 78 ocasiones, con 12 compañeros de delantera diferentes -desde Morientes a Oli pasando por Pizzi o Javi Moreno- y ya tiene 39 goles en la mochila. Desde el salto al ruedo ha tirado del carro, ha fallado penaltis decisivos (Bélgica-Holanda, 2000), se ha despedido de un Mundial frustrado en un banquillo (Corea, 2002) y hasta se le ha puesto en el ojo del huracán (septiembre de 2004). "No sé si se ha cerrado el debate conmigo, pero creo que puedo seguir aportando cosas al equipo", dijo ayer con el aplomo que le caracteriza, y enfatizó: "Con Luis cada vez estoy más a gusto con todo lo que pide". Como ya le dijera Puskas en persona al inicio de su carrera, en una austera habitación de hotel en Budapest, Luis aún le machaca con que corra menos. La misma recriminación que le hiciera de sopetón "don Pancho".
Él sigue entregado a la causa y hoy, con 27 años, a excepción de Míchel Salgado, ningún titular en Santander le supera en edad. "Mi ilusión está intacta", afirmó. ¿Y qué gusanillo le pica? "Ir a otro Mundial y soñar de nuevo". No le falta razón, porque España siempre le ha resultado una pesadilla, como a tantos y tantos ilustres predecesores. "Espero que algún día dé resultado la mezcla de tantos talentos como tiene el fútbol español. Son las palabras de siempre, pero no puedo decir otra cosa". ¿Lo peor de su carrera internacional? "Muchas decepciones". ¿Lo mejor? "Salvo el debú en Praga, está por llegar". Lleva ocho años en la sala de espera.
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