Cuerdas que cantan

Gualberto acudió con su grupo al escenario del Lope de Vega. Se trataba de ver y sentir el flamenco a través de sus instrumentos de cuerda. Mejor, de hacerlo ver y sentir. Utiliza los instrumentos como una voz cantaora, y en este sentido son muchas veces más netos y terminantes que la hipotética voz, que en ningún momento llega a sonar.

Coge un tema y lo desarrolla hasta su agotamiento. Las siguiriyas, por ejemplo. Gualberto va entrando en ellas lentamente, con una cierta morosidad, para después ir acelerando constantemente, implacablemente, hasta crear una tensión casi insoportable.

Menos vivaz es la impresión que nos deja su tema levantino, aunque la cartagenera ande aquí y allá constantemente, en un arco melódico dulce y transparente. La cartagenera de Gualberto es de una nitidez que cautiva, que causa como una serenidad apacible y gratificante.

Toda la música de Gualberto es gratificante. Cuando toma ya los estilos flamencos prácticamente como son, sin arreglos compositivos singulares, su sitar o su guitarra eléctrica cantan como voces humanas. Todo es muy directo, genuino, tiene la elementalidad de lo primitivo. Por soleares, por tangos, las cuerdas de Gualberto cantan literalmente, acompañadas en la base por la guitarra flamenca o las percusiones.

Todo parece sencillo en el toque de Gualberto y su gente. No hay más que esperar a que los ángeles flamencos comparezcan.