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Columna
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Pagar y poner la cama

Es muy posible que hoy mismo el ministro Jordi Sevilla y la alcaldesa Rita Barberá se hayan repartido amistosa y equitativamente el muy disputado control y explotación -del éxito, suponemos- de la Copa del América, cuyas prerregatas están ya al caer. Queremos decir que los meses corren y el tiempo de la negociación se recorta para emprender y agilizar las obras previstas. A ninguno de los dos altos dignatarios habríamos de recordarles que pensat i fet, ese emblema de nuestra idiosincrasia, no es la fórmula más recomendable para llevar a cabo el ingente compromiso náutico contraído. Pero a ello pueden abocar si siguen enzarzados en este pugilato para quedarse la sartén por el mango.

Cualquier observador imparcial ha de comprender que los ministerios involucrados, Madrid para entendernos, aspire a que se formalice la preeminencia que le corresponde por ser el principal financiero del evento. Tanto más si ello ha de rendirle una plus valía política en forma de reconocimiento y votos a costa -y eso es lo más importante- del PP, amo y señor, podría ser que vitalicio, de este ayuntamiento capitalino. Lo comprendemos. Otra cosa es que nos parezca de recibo -y no nos lo parece- esta perversa manera de utilizar los dineros públicos. Un asunto de Estado, como sin duda ha de ser el brillante desarrollo de este hito deportivo, no puede quedar al albur de quién mandará más y se colgará más medallas.

Pero por mor de la eficacia, y por aquello de que quien paga, manda, que es toda una grosería, aún podríamos transigir con que los ministros implicados sacasen un palmo más de cabeza en el ente estatal o consorcio organizador. Lo asombroso, por sarcástico, es que Madrid, si se confirman las noticias, únicamente carga con la mitad de los gastos y aun éstos se financiarían mediante la recalificación urbanística del entorno portuario. ¿Y cómo hacerlo? ¿Con torres de 25 pisos en el solar que dejarían los tinglados? Para ese viaje no necesitábamos alforjas: está al alcance de cualquier promotor inmobiliario indígena. Lo otro es tanto como pagar y poner la cama. No es raro que la alcaldesa se resista a pasar por las horcas caudinas que le propone el ministro valenciano.

Decíamos más arriba que probablemente se hayan aventado todas las discrepancias y el comité responsable trabaje en armonía y avance con viento en popa a toda vela, sin necesidad, además, de cometer ninguna felonía arquitectónica en la fachada marítima de la ciudad. El Gobierno central se habrá ganado la gratitud por su contribución, así como la Generalitat, y el Ayuntamiento de Valencia, que se lo ha currado, percibirá la parte de gloria que le corresponde y que justamente es la mayor. No viene al caso sacar a colación si, en su día, apostó fuerte y de farol para traerse la Copa. Ahora lo que apremia es responder al órdago.

Y una nota final. Cada vez que se suscita este asunto, el control y financiación de la Copa, decimos, da la impresión de que el desenlace comporta que se tale la cabeza de José Salinas, director general del Consorcio que gestiona el acontecimiento y uno de los motores principales de su logro. Y eso, ¿por qué? ¿Es acaso incompetente, o sólo se quiere poner a un amiguete? Procedan como gusten, pero dejen de mortificar a quien, según aseguran, tiene solvencia profesional para tal cometido.

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