Ayer, dos puertas grandes
Francamente, pensé que la corrida iba a ser triunfalista en grado sumo, pero ha resultado discretamente exagerada. Claro que han sido los toreros en sus dos segundos toros los que, fallando con la espada, han privado al público de agitar las almohadillas porque, de no haber sido así, presumo que otra orejita por coleta habría caído fácilmente.
El encuentro en mano a mano de estos dos jóvenes matadores de toros salmantinos se nos antojó a algunos prematuro y sin más justificación que la puramente empresarial. Ya se ha visto que la empresa acertó porque probablemente será ésta la única corrida de toros en la que se haya rozado el lleno. Y, nobleza obliga, a la vista de los resultados, habrá que reconocer que popularmente ha sido bien recibido. Total, que al salir de la plaza pudimos salir tranquilos, sin el hastío de otras tardes, porque incluso los toros, chicos y descastados, han parecido sacar fuerzas de flaqueza y todo ha quedado en pérdidas de manos que, en comparación con naufragios y desmoronamiento, queda prácticamente en una gracia. Por si fuera poco, el sexto, manso donde los haya en el caballo, sacó de no se sabe dónde un emotivo temperamento en la muleta, repitiendo con enérgico brío y dando emoción al trasteo.
Garcigrande-Hernández/Gallo ElCapea
Toros de Garcigrande, 1º, 2º y 4º y de Domingo Hernández: manejables y escasos de fuerza. Destacó el 6º. Eduardo Gallo: oreja, saludos y dos orejas. El Capea: oreja, saludos, y dos orejas. Los dos salieron por la Puerta del Toro. Plaza de la Glorieta. 18 de septiembre. Séptima de feria. Casi lleno.
Gallo estuvo en su línea de torero frío, imperturbable e incluso inexpresivo. Se siente encantado de la vida (o eso parece) cuando los toros se le paran, le lamen los machos de la taleguilla o le olfatean la espiguilla de las medias. Esas cosas ya se sabe que llegan mucho a los tendidos, de manera que las practica en cuanto le busca las vueltas al toro y llegan a hablarse al oído. Curiosamente, ayer, tuve clara demostración de cómo frecuentemente lo accesorio pone la plaza a cien. La faena de Gallo al quinto estaba pasando sin pena ni gloria, pero hete aquí que al torero le dio por pensar en el señor Rodríguez (Manolete de apodo) y se lió a manoletinas con verdadera fruición. Dicho y hecho. La gente rugió. O sea, que las manoletinas cortan orejas y abren puertas, incluso la del Toro en Salamanca.
El Capea es absolutamente diferente a Gallo. Sonríe en el paseíllo, sonríe cuando remata las tandas de muletazos. Sonríe en las vueltas al ruedo y su toreo es ardoroso, apasionado, juvenil. Se le notó pundonor. En su segundo, donde le era urgente cortar las orejas, no le quitó la muleta de la cara al toro y enjaretó dos tandas con la derecha que tuvieron mucha enjundia, ligando y ajustándose a la embestida.
Babelia
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