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El estilo Vivancos

La vieja sentencia atribuida al conde de Buffón, "el estilo es el hombre", no deja de inquietar a los hermeneutas. En los últimos debates, ya este estilo no se da no por sinónimo de expresión literaria, o de personalidad, sino de algo más sutil: una especie de "super-yo", una huella intrínseca del aura que nos trasciende, que se escapa de nosotros mismos o de nuestros deseos más insatisfechos. Desde luego, tiene menos que ver con lo que somos y hacemos, que con aquello que quisiéramos ser o hacer. Y por eso nos deja muchas veces desnudos en presencia de los demás, cuando creíamos estar bien arropados de ideología o de otras máscaras. En estos tiempos devoradores de la imagen, cuando más falta hace andarse con cuidado, medir los gestos, las palabras, y hasta los suspiros, hay sin embargo quienes se entregan sin recato al señuelo de su propio estilo. Tal parece el caso, sorprendente sin duda, de Paola Vivancos, la portavoz del Partido Andalucista (PA) en el Ayuntamiento de Sevilla.

En estos tiempos de la imagen, hay quienes se entregan al señuelo de su propio estilo

Desde que tengo uso de razón política no había visto yo un fenómeno semejante. Un torbellino de voces tan deslenguadas como el de esta señora. Cierto es que venía amagando hace tiempo, como si la hubieran contagiado de lejos los huracanes del Caribe. Contra socialistas, rayos y truenos por todo el horizonte ("¡golfos!"), súbitas oscilaciones del barómetro ("¡sinvergüenzas!"), hasta llegar al improperio tabernario: "¡Mamporreros!"

Pero a este remedo se le notaba más inquieto de lo común en las turbulencias políticas. No parecía bastarle con amenazar y que todas las naves del Océano, en su creencia, se pusieran a revientacalderas, huyendo despavoridas de la Gorgona de un solo ojo y un solo diente, los de la obsesión. No cundía la vorágine como ella quería, arrasándolo todo a su paso. Iba de una isla a otra, de una costa a la otra, sin descargar del todo sus afilados vientos, urdidos en la recámara. La verdad es que daba más bien un poco de risa -una señora de tan finas composturas echando por su boquita esos sapos y culebras-, y otro poco de lástima, pobrecilla, si ya es que no toca la bola del urbanismo. Y que tampoco el motivo era para tanto: total, una comisión para aclarar lo que siempre estuvo más claro que el agua: que una serpiente de estío devoró, al sitio de los Bermejales, a 43 familias inocentes con el fácil reclamo del dinero, para que dejaran de entorpecer a las máquinas con sus chalés de cartones y sus piscinas de lata. Pero lo más curioso del discutible invento (coge el dinero y corre) es que salió, no de las manos del PSOE, sino de esa fábrica de ingenios territoriales (en terminología de Pedro Pacheco, "chiringuitos urbanísticos") que ha sido, cuando pudo, la formación política de este remolino, el PA. Fue con motivo de espantar a otros potentados del chabolismo que había en Los Perdigones, en el 2001, sin que se haya podido demostrar en modo alguno cuál es la diferencia entre aquello y esto, quitando que entonces el hacedor de toda clase de embelecos urbanos era el PA, y que ahora estos llamados andalucistas andan por los rastrojos de la oposición. Adonde, por cierto, lo han llevado los electores, hartos de juegos malabares. A título de ejemplo, Tablada, sobre cuyos territorios de verdes dehesas el inolvidable Rojas-Marcos firmó un acuerdo urbanístico para enladrillarlo todo (era un 20 de febrero de 1999), con otro par de personajes más olvidables, justo dos días después de que uno de ellos pusiera el crédito de 275 millones para facilitar la compra de una emisora de televisión.

No reparando en nada de ello, y acaso prisionera de su propio arrebato, esta Furia de Mentirijilla del Océano pensó que no eran bastantes sus insultos, pues aún no había soliviantado a las masas. Que no era suficiente con haber prendido ya por una de las colas de su verborrea al otro partido de la oposición, el PP, hasta zarandearlo a su capricho y llevarlo de la manita a todas partes -para lo que ha quedado el PP en Sevilla-, sino que había llegado la hora de dar el salto cualitativo: "¡La trayectoria del PSOE es robar y matar!".

Caramba. Esto ya se pasaba de castaño oscuro y de todas las demás colores. La marejadilla había roto contra los acantilados de viejas mentiras y calumnias. El público quedó atónito. ¿Qué tendrá esto que ver con la realidad cotidiana de las andanzas municipales del 2004, señora tragicómica? Nada, desde luego, sino el deseo de salirse de madre, llamar la atención, desparramar en público las cenizas de la farsa. Y, eso sí, a ser posible, encrespar por fin a las multitudes, provocar algaradas y a algunos que nos les hace falta mucho para lanzarse contra la autoridad democrática, ponérselo más factible. Pues pensarán: si tal señora se despacha así con sus colegas munícipes, será que lo merecen, ergo leña al mono y asaltos a la Casa Grande, que total es cueva de ladrones y asesinos. Pues tenga buen cuidado, señora Vivancos, porque esta vez me temo se ha pasado de lo lindo. No sé cuál va a ser la reacción de los agredidos ni qué futuro le espera a usted en la pequeña historia de los difamadores. Pero de lo que estoy seguro es de que ya ha dejado marcado, para siempre, su indeleble y vulgarísimo estilo.

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Antonio Rodríguez Almodóvar ha sido concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Sevilla.

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