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Reportaje:VUELTA 2004 Duodécima etapa

El Liberty aprieta, Heras ahoga

El ciclista de Béjar culmina la estrategia de su equipo con una victoria y se viste de amarillo

Carlos Arribas

"Esto será una etapa Tour, resumida, pero Tour", había anunciado, bombos, platillos, megáfono, Manolo Saiz. Sí, y el desierto de Tabernas -por donde ayer pasó la etapa- es Monument Valley, y los estudios allí montados, entre polvorientos valles, junto a chumberas dobladas por el peso de los higos, son Hollywood y Sergio Leone es John Ford, podría haber añadido el director, fogoso, del Liberty. Y, para seguir con los símiles, el Liberty es el US Postal, el hermosísimo puerto de Velefique -largo y retorcido, seco por la cara sur, verde, pinos, por la norte- es el Alpe d'Huez, Nozal es Landis, Baranowski es Rubiera y Serrano es Azevedo. Y, claro, para terminar, Heras es Armstrong.

Así, entre la programación de Saiz -similar en casi todo a la que Armstrong y Bruyneel se montan durante el Tour-, algunos intentos de grandeza y algunos actos puramente estúpidos, funcionó la etapa reina de la Vuelta, los 145 kilómetros que entronizaron a Heras, que vistieron de amarillo al ciclista invisible en el Tour, que acogieron su octavo triunfo de etapa en una Vuelta, que le acercaron a su tercera victoria general. A la altura de donde Luisa, la mujer de Mancebo, se comía un bocadillo, Santi Pérez salió de la rueda de Mancebo, que tan bien le había protegido del viento que barría las tierras desoladas de Calar Alto en los cuatro kilómetros anteriores, y le atacó. Saltó el asturiano fresco y decidido, como si culminara una estrategia finamente diseñada para ganar la etapa, más aún, para ganar la Vuelta. ¡Ja! Saltó para quedar segundo, culminando una táctica puramente especulativa, de pragmático chuparruedas, que le condujo de una posición anónima en la general a un glorioso octavo puesto. Por delante, cuando saltó Pérez, a apenas dos kilómetros de la llegada, ya se exhibía Heras.

Pese a sus silencios, su tristeza, su aire taciturno, casi apático, huidizo, Heras nunca es un misterio en la Vuelta. Septiembre es su mes de expresión, la ronda española su pequeño jardín, el artefacto del que conoce todos los trucos, las claves, los mecanismos ocultos. En la Vuelta se hace fuerte, se siente Pantani, Armstrong, quien haga falta. Él lo explicaba, tan radiante como se le pueda imaginar, en la meta. "No sé qué nos pasó en el Tour, que el cuerpo no nos funcionaba, cada día íbamos a peor, pero aquí, en la Vuelta, todo nuestro trabajo ha cundido, esto es otra cosa". Después de que sus compañeros marcaran el ritmo de todas, las tres, eternas subidas del día, después de que Baranowski volviera a ejercer de pianista de ragtime, de que Serrano recuperara fuelles de antaño y masacrara ligeramente al grupo, después de que Valverde -que no es su compañero, sino su rival- acelerara el proceso de escabechina con un mínimo ataque que quiso hacer ver que de la caída no le quedaba ninguna secuela, después de que el pobre Lara -fugado desde el principio- fuera engullido y de que Nozal se encargara del último ajuste, a siete kilómetros de la cima, Heras cambió el ritmo como sólo él sabe. "Salió tan fuerte que nos dejó sentados", confesó Mancebo. "Yo soy un escalador, Heras es un super escalador".

Heras fue un fulminante que fundió, momentáneamente, a Santi Pérez, el único que intentó seguir su ataque, que condenó a Mancebo a su eterno papel de perseguidor, que dejó clavado a Nozal, que obligó a Valverde a un esfuerzo único. En cuatro kilómetros, Heras abrió un hueco de 53s con Mancebo, pero en los tres últimos no pudo aumentarlo. Fueron sus momentos de duda, momentos en los que Valverde, asfixiado tras aguantar un poco a Mancebo, encontró oxígeno en la rueda de Nozal, que es su rival, que es el compañero de Heras.

Medio pelotón pensó que sería mejor no sufrir mucho en un día tan duro y se lo tomó con calma. Si el jurado hubiera aplicado el baremo previsto, el 10%, 72 corredores habrían llegado fuera de control. Para evitar el descalabro, lo subieron al 13%: sólo uno, Ricardo Serrano, quedó eliminado. No hay ficción que no se pueda modificar.

Roberto Heras, escapado en el último puerto rumbo a la meta, en la que se puso líder de la carrera.
Roberto Heras, escapado en el último puerto rumbo a la meta, en la que se puso líder de la carrera.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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