La finura moscovita
Por su propia complexión física, Anastasia Myskina es la jugadora que más recursos debe utilizar para ganar puntos. Con unos ojos que lo dominan todo y que normalmente, antes de salir a la pista, se maquilla, como el resto de la cara, la tenista moscovita, de 23 años, es la única de las tres campeonas rusas que se ha formado enteramente en la escuela de su país. Es, como Elena Dementieva, subcampeona en Roland Garros y en el Open de Estados Unidos, un producto local. Ambas se formaron en el club Spartak de Moscú, bajo la disciplina de la madre de Marat Safin y Dinara Safina. "Era realmente dura", comenta Myskina; "algunas veces mandaba a mi madre a hablar con ella para evitarme el mal trago. Pero, al final, creo que esto también nos ayudó". En 1994, Myskina comenzó a entrenarse con Svitoslav Mirza, con quien hizo su entrada en el circuito profesional y con el que consiguió su título más importante: Roland Garros.
Aunque sus golpes son menos potentes que los de algunas de sus compatriotas, eso no impidió a Myskina convertirse en la primera rusa en ganar un torneo del Grand Slam. Su victoria en Roland Garros fue tanto el producto de un juego muy completo como de una mentalidad fuerte y mucho más sólida que la de su rival, Elena Dementieva. Las dos se conocían desde niñas y siempre Myskina mantuvo un cierto ascendente sobre Elena. Esta mentalidad positiva le permite desplegar todo su potencial. Es una tenista que posee una gama muy completa de golpes, capaz de idear tácticas nuevas e inesperadas si el partido se le complica. La finura técnica de algunos de sus golpes y la estrategia son dos características que la distinguen y que le han permitido alcanzar ocho títulos del circuito, entre ellos el de Roland Garros, el pasado mes de junio.
Es una gran jugadora, la tercera de la clasificación mundial. Pero su ascensión es también el producto de las lesiones o los bajos estados de forma por los que atraviesan las jugadoras que han mandado en el tenis en los últimos años.

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