Y después de la Feria, ¿qué?
Una vez más, hemos disfrutado de la mejor Feria de la historia de Almería. Como cada año. Seguro que la del 2005 gozará asimismo de tan gran honor. Y no digamos la siguiente. Desde el Ayuntamiento en vigor les faltará tiempo para echarse encima las flores correspondientes.
Máquinas trabajando a tope, todo el personal lavando la cara de la ciudad, flores por doquier recién regadas, fuentes que vuelven misteriosamente a funcionar justo los diez días de los festejos, en definitiva, todos los trabajadores de limpieza y mantenimiento en las calles, a los que dejaremos de ver pasado todo este trasiego.
Pero detrás de esta presunta grandiosidad ferial, existen algunas sombras que la luz de los autoelogios no acierta a diluir. Me refiero al dicho popular que sostiene que cuando la feria concluye, el invierno comienza.
Es inevitable que este final lleve aparejado un cierto aire de desolación tras tantos días tirando la casa por la ventana, con actividades de casi todos los tipos y para casi todos los gustos, actividades que desaparecen prácticamente los 355 días restantes.
En Almería tenemos el honor y el placer de haber inventado el invierno cultural, a la vista de la escasez de acontecimientos de tal índole una vez pasada la mejor Feria de la historia, la última.
Esta parafernalia sin ápice de imaginación semeja las fiestas en los pueblos pequeños: arrasar durante unos días para deambular somnolientos y entre bostezos 11 meses y 20 días, no vaya a ser que la cultura espabile al personal y éste empiece luego a exigir.
Me permitiría sugerir a nuestro adorado consistorio que dejen alguna partida presupuestaria para el duro invierno almeriense.
Señores: hace tiempo que la ciudad que dirigen perdió la categoría de pueblo, con todo respeto a estas entidades locales. Actúen en consecuencia y engrandezcan su capacidad neuronal, que se le supone. Y, por cierto, según nuestro alcalde señor Comendador, para la preparación de esta Feria se trabaja el año entero. Pues tampoco el resultado es para tirar cohetes.
En fin, siempre nos queda el fútbol.
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