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Columna
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Los viejos

Para que los viejos mueran en olvido y soledad en Madrid no hace falta que llegue el mes de agosto, pero es un mes propicio para la crónica de todos los abandonos. Así que la oposición socialista dejó el traje de baño por un rato, repasó la actualidad, vio en los viejos uno de los objetivos de sus críticas y como si acabara de descubrir el problema acusó al gobierno municipal madrileño con palabras de Rafael Simancas de "insensibilidad, insuficiencia e incapacidad" en su política con las personas mayores. Dicen siempre personas mayores, que es lo que somos casi todos los que no somos niños; lo de viejos, que es como se llamó antes a las personas de setenta años cumplidos, les debe parecer vejatorio o incorrecto. Y no es vejatorio el término en ninguno de sus usos. Ni siquiera en la última y menos halagadora acepción de la palabra - deslucido, estropeado por el uso- que responde a una realidad inevitable a la que algunos de nuestros viejos se niega a responder con sus muchos cuidados y en algunos casos con verdadero orgullo del uso que han tenido o que se han dado. El viejo profesor llamaban al inolvidable alcalde Tierno. Lo de viejo en aquel caso más que una definición era un título para quien parecía antiguo por querencia, aunque no lo fuera en verdad.

Anciano significa lo mismo y tampoco es palabra que guste. Al PP no le place reconocer como tal a su presidente honorario y ya vetusto presidente de Galicia. Aunque lo sea también por antiguo, y porque existe desde hace mucho tiempo, que es la definición de un superviviente sin que suponga grosería. Pero los ancianos que se mueren solos y desatendidos en Madrid no son, como en el caso de Fraga, miembros de un sanedrín, que también eran llamados ancianos. Tampoco pertenecen por lo común -Fraga tal vez sí- a una orden militar, cuyos freires más antiguos de su respectivo convento eran llamados ancianos. Pero quizá Fraga, tan renuente a cualquier jubilación, demuestra con su permanencia en el mando y con su aspiración a seguir, que no se puede hablar de los viejos generalizando, ni presentar todos los casos de muerte solitaria en la edad avanzada como una consecuencia de los abandonos. Hay mucho viejo que elige vivir en su casa tranquilo y sin compañía; sin querer ejercer de abuelito de nadie. Lo malo es ser viejo y pobre, porque seguramente es esta última condición la que, aun estando un viejo cualquiera de mejor ver que Fraga, termina interrumpiendo las vacaciones de Simancas para hacer regresar de las vacaciones con su esposo en un lugar ignoto a la concejal de Empleo y Servicios al Ciudadano de este nuestro municipio. Que es lo que pasó. Así que vino ella para desmentir a Simancas y, como la teleasistencia parece que es ahora el remedio mágico para que un viejo pobre se sienta acompañado y no le falte de nada, informó al socialista de que Álvarez del Manzano, cuando era alcalde, sólo teleasistía a 15.000, y ella, ahora, teleasiste ya a 45.000. Queda claro, pues, que ha estado bien cambiar de alcaldía, porque lo de 15.000 es nada; lo que no se sabe es si habría que cambiar o no de concejal de la tercera edad -otro eufemismo muy usado- porque 45.000 sigue siendo una poquedad para una población tan avejentada como la nuestra. Se sabe, eso sí, gracias a que la concejal hizo la comparación con un Ayuntamiento del PSOE, que las cifras de teleasistencia de Barcelona "no llegan ni de lejos" a las suyas. No dio cifras de la insensibilidad socialista catalana, será porque no vino a cuento.

En cualquier caso, lo que falta saber no es sólo cuántos viejos más son asistidos, sino cuántos no alcanzan a serlo, que es lo que seguramente preocupa a la concejal por encima de sus personales logros. Y a nosotros, también. El temor a hacerte viejo en Madrid no es el temor a que la concejal no le gane en cifras a Barcelona, sino a no entrar en las cifras de su teleasistencia. Porque no sabe uno cómo andará Barcelona de probabilidades para hacerse uno allí muy mayor, pero las de aquí son muchas, si se tiene en cuenta, entre otras cosas, que por ahora hay en nuestra Comunidad 1.156 personas que pasan de 100 años. Bien es verdad que los mayores de ahora lo vamos a tener peor para llegar a viejos. Pero no por la teleasistencia, que eso seguro que lo arregla la señora Botella en unos años, sino porque vamos a seguir superando el umbral de aviso a la población por concentración de ozono, como ha ocurrido en Colmenar y en Aranjuez. Y en eso también le vamos a ganar a Barcelona. Seguro.

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