Tramposos anticuados
En el umbral del dopaje genético, la mayoría de los 21 casos positivos detectados son de anabolizantes de la 'edad de piedra'
En varias salas del hospital Onassis, de Atenas -un edificio espectacular cerca del mar, una pirámide escalonada que alberga una de las unidades cardiovasculares más avanzadas del mundo-, se trabaja sin descanso día tras día, turno tras turno, 24 horas. No se afanan para salvar vidas, sino para descubrir tramposos. Es el laboratorio antidopaje puesto en marcha para los Juegos Olímpicos. El laboratorio más avanzado del momento. Los Juegos en que más controles se han efectuado -ya están cerca de los 3.000 previstos, unos 150 al día-, los Juegos en que más positivos se han detectado (12), a los que habría que añadir otros seis realizados por federaciones internacionales, y tres casos de violaciones al reglamento antidopaje (negativa a pasar el control, falseamiento de muestras...).
Las muestras serán congeladas para futuros análisis con nuevos métodos
18 deportistas fueron cazados en los controles y otros tres se negaron a pasarlos o los falsearon
Directores de laboratorios de todo el mundo se relevan al frente de las operaciones bajo el mando único del director griego, Costas Georgakópulos, antiguo discóbolo. Técnicos de Hewlett-Packard reparan, revisan, calibran, ponen a punto las más modernas maquinarias: dobles espectrómetros de masas de alta resolución, cromatógrafos de gases, máquinas de revelado, de electroforesis...
De vez en cuando, casi cada día, se oye un eureka en voz baja, una pequeña ola de agitación se mueve en una sala, un teléfono se pone en marcha. Se acaba de descubrir un positivo. Alguno estaría tentado de pensar que entonces se convocaría una fiesta general, se descorcharía champaña, se brindaría. "Pero no", dice Jordi Segura, director del laboratorio de Barcelona; "más que alegría, al desenmascarar a un tramposo, sentimos tristeza al pensar que en el deporte, pese a tantos años de lucha, la práctica del dopaje sigue muy extendida". Entonces, en estos Juegos, habrá que convenir, el laboratorio Onassis ha sido un mar de lágrimas. Contando con el positivo por el estimulante heptaminol de la ciclista colombiana María Luisa Calle, privada ayer de su medalla de bronce en puntuación, el laboratorio ateniense ha detectado, hasta el momento, 12 casos, más que ningún otro de los laboratorios olímpicos.
La cifra no es de extrañar en unos Juegos que vivieron las semanas previas un chaparrón de casos detectados en los controles por sorpresa organizados por los diferentes países y las federaciones internacionales -sobre todo, casos de EPO-, y que comenzaron marcados por el asunto Kenteris-Thanou, los griegos que desaparecieron ante el aviso de un control, y que después han vivido casos curiosos de tramposos como el del discóbolo húngaro Fazekas, de quien se sospecha que intentó dar gato por liebre en un control, tras su triunfo en la competición, en el que no pudo suministrar la cantidad mínima de orina requerida, o el de su amigo Annus, de quien se sospecha que recurrió al mismo método y fue desposeído ayer de su oro en lanzamiento de martillo, ya que no se prestó a un control posterior.
Lo más extraordinario es que en unos tiempos en los que las revistas científicas advierten de la inminencia del dopaje genético, de la aparición de sustancias cada vez más sofisticadas, indetectables y eficaces, la mayoría de los positivos detectados en Atenas -lo que supone un índice de las tendencias de uso- son de sustancias que se creía demodés, pasadas de moda; de anabolizantes de la edad de piedra como el estanozolol que puso de moda Ben Johnson en Seúl 88 (cuatro casos), el clenbuterol y similares.
"Tenemos las mismas máquinas que en los últimos años, los mismos sistemas, pero cada vez afinan más", explica Segura; "es como los ordenadores, cada vez son más rápidos, más potentes. Con relación a Barcelona 92 calculo que el umbral de detección, la cantidad mínima de residuo que hayamos en la orina, se ha multiplicado por cinco. En este sentido, creo que tanto positivo por estas sustancias, generalmente de países del Este, se debe a que los deportistas tramposos pensaban que al llegar a Atenas ya habrían desaparecido de su orina todos los restos prohibidos. A veces se equivocan en los cálculos porque la eliminación no es lineal sino exponencial. Es decir, los primeros días después de una toma se elimina la mayor parte del producto, pero los últimos restos al organismo le cuesta cada vez más deshacerse de ellos. Y se quedan semanas y semanas. O también llegan confiados porque en los análisis preventivos a que se han sometido en sus países antes de viajar han tenido resultados negativos".
Terminados los Juegos, se cerrará el laboratorio del hospital Onassis, pero ahí no se acabarán los trabajos de los laborantes. Las muestras de sangre, congeladas, serán trasladadas al laboratorio británico de Southampton, pionero en la detección de la hormona del crecimiento, en el que serán analizadas en los próximos dos meses. "Me da en la nariz que a alguno cazaremos con esa hormona", dijo ayer, optimista, Dick Pound, el presidente de la Agencia Mundial Antidopaje. Y eso no será todo. Hasta dentro de ocho años ningún medallista podrá respirar tranquilo. "He ordenado que se congelen todas las muestras de los Juegos", anunció Jacques Rogge, el presidente del COI; "y si en los próximos años se descubren nuevas técnicas de detección, se aprueban nuevos métodos, las analizaremos. Y los tramposos serán desposeídos de sus medallas".
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