Impecable Argentina
La selección de Marcelo Bielsa gana con clase, espíritu colectivo, generosidad y buen juego a una violenta Paraguay
Los años de frustración del fútbol argentino terminaron ayer, en una hora radiante, pero también descabellada. Preso de demasiados excesos, al fútbol le conviene un poco de humildad y buen juicio, no hasta el punto de destinarle a un horario criminal para los jugadores. A las diez de la mañana, el juego sólo resulta creíble si un magnífico equipo, y éste fue Argentina ayer y tantos otros partidos, despierta las mejores emociones. Ganó Argentina la final. Lo hizo con clase, generosidad, espíritu colectivo, buen juego y honor. Frente a la intolerable violencia de Paraguay, cuyos jugadores se permitieron toda clase de agresiones, Argentina respondió con fútbol, sin entrar en el partido pendenciero que proponía su rival.
ARGENTINA 1 - PARAGUAY 0
Argentina: Lux; Coloccini, Ayala, Heinze; Luis González, Mascherano, Kily González; Rosales, D'Alessandro, Delgado (m.76, Clemente Rodríguez); y Tévez.
Paraguay: Diego Barreto; Martínez, Gamarra, Manzur, Torres; Esquivel (m. 76, González), Edgar Barreto (m.71, Cristaldo), Enciso (m. 62, Osvaldo Díaz), Figueredo; Giménez y Bareiro.
Gol: 1-0, m.18. Tévez aprovecha un centro de Rosales desde la derecha.
Arbitro: Kyros Vassaras (Grecia). Expulsó a los paraguayos Martínez (m. 66), por roja directa, y Figueredo (m. 82), por doble amonestación.
41. 116 espectadores en el Estadio Olímpico de Atenas.
Este juego suele mirar con desconfianza las estadísticas. Lo consideran instrumento de análisis ajeno a la esencia del fútbol, a su carácter imprevisto y burlón. Son cosas del baloncesto, del tenis, del balonmano, de la mayoría de los deportes que han desplegado todo su poder en los Juegos. Sin embargo, merece la pena observar la hoja de servicios de la selección argentina para conocer el tipo de equipo que es: uno que ataca con insistencia y recursos, uno que se defiende con categoría. Argentina sale de los Juegos Olímpicos con 17 goles a favor y ninguno en contra. El promedio de ataque se acerca a los tres goles. Sobre la eficacia defensiva, no hay más que decir. En alguna medida, Argentina desactiva las preocupantes señales que envió la selección griega en la Eurocopa.
No hay nada reaccionario en un equipo que ha privilegiado el juego de ataque, sin olvidarse de la correcta utilización de los mecanismos defensivos. Argentina no ha recibido goles porque sus concesiones a sus rivales han sido mínimas. Es cierto que Ayala ha demostrado su autoridad durante todo el torneo y que el zurdo Heinze, un antiguo lateral que puede convertirse en uno de los mejores centrales del mundo, ha sido una de las noticias en el equipo argentino. Y también es cierto que Mascherano, el pequeño medio centro que ha despertado el interés de los mejores equipos europeos, ha funcionado como un reloj. Astuto en el capítulo defensivo, con una lectura muy precisa de las intenciones de los rivales, Mascherano aparece como solución a los problemas de un equipo que nunca encontró garantías suficientes en Verón o Almeyda para esa función.
También hay novedades en los jugadores de ataque y en el fútbol que se desarrollan. Este equipo es menos vertiginoso y más preciso que la edición anterior de Argentina. El juego es cosa de jugadores, y éstos son gente menos eléctrica, menos ansiosa, menos agobiada que sus predecesores. Hay más capacidad para asociarse y para inventar. Quizá no sobre talento como en Brasil, pero Argentina por fin comienza a armar un equipo muy interesante, con aportaciones novedosas. Bielsa le ha encontrado a Tévez el puesto en la punta, cuando se le suponía segundo delantero, el típico nueve y medio difícil de ubicar en algunos sistemas. Tévez ha respondido al desafío con goles y soltura. Anotó ocho durante el torneo, el último más significativo que ninguno. Llegó desde atrás, sorprendió a los centrales y dejó la pelota en la portería con un leve toque.
Fue el gol de la victoria en un partido que Paraguay llevó al extremo de la violencia. Martínez, Esquivel, Gamarra y Mansur buscaron tibias, dieron codazos y atacaron a los jóvenes jugadores argentinos ante la indiferencia inicial del árbitro. Nadie respondió en Argentina, un equipo de cultura diferente, un equipo que ha ennoblecido al fútbol por muchas cosas. También por su deportividad. Sus jugadores permanecieron firmes frente a las provocaciones. A Argentina sólo le faltó puntería. Desperdició no menos de seis ocasiones, con Tévez y el interesante Luis González como principales protagonistas. González tiene la pinta de jugador completo: largo aliento, buena técnica, listo para el ataque y atento defensivamente. Su contribución ha sido fundamental durante todo el torneo.
Cuando el árbitro asumió que entre sus funciones figura sancionar la violencia, Paraguay se quedó con diez jugadores. Luego perdió a Figueredo, autor de la única ocasión de su equipo, desactivada por Lux. Se equivocaron algunos jugadores -D'Alessandro a la cabeza- argentinos en buscar por la vía del regate lo que requería del pase, de soluciones sencillas, porque Paraguay estaba quebrado. No podía responder. Estaba derrotado por el equipo del torneo, por la joven Argentina que ha armado Marcelo Bielsa. Un equipo, un entrenador, una nación, se sintieron por fin liberados. Argentina vuelve al puesto que le corresponde en el fútbol.
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