El ciclón de Shanghai
Xiang Liu iguala el récord del mundo y se convierte en el primer atleta chino que gana la medalla de oro
Las noticias sobre Xiang Liu habían goteado desde el verano pasado. No era la primera vez que un vallista chino se colocaba entre los mejores del mundo. Años antes, su compatriota Toni Li había amenazado la hegemonía del británico Colin Jackson y los grandes especialistas estadounidenses. Fue una aparición fugaz que no se concretó en resultados de primer orden. Pero en Xiang Liu se apreciaba la madera de estrella. En los Mundiales de París fue tercero en la final de 110 metros vallas. Nadie reparó demasiado en un atleta que acababa de cumplir 21 años, hasta que la realidad comenzó a imponerse. Tras la temporada de invierno, las noticias de las grandes marcas de Xiang Liu se hacían cada vez más frecuentes. En los Campeonatos de Asia logró un registro de 13,06 segundos. En las reuniones europeos batía repetidamente a los fenómenos norteamericanos. Xiang Liu prometía. Ayer se acabaron los comentarios en los corrillos de especialistas. En una carrera que le catapultó al estrellato, el atleta chino igualó el viejo récord del mundo (12,91 segundos) del británico Colin Jackson. Xiang es el vértice del iceberg chino a cuatro años de los Juegos de Beijing. La marea se anuncia imparable.
Su éxito es colosal; a él le toca abrir la puerta a lo que se adivina como una poderosa generación
Corrió con velocidad y técnica, entró como un huracán y sacó cuatro metros al segundo
Ningún atleta chino había ganado una medalla de oro en atletismo. Desde su aparición en los Juegos de 1984 -su estreno olímpico tras la Segunda Guerra Mundial- el palmarés en las pruebas de atletismo era muy corto: el bronce que obtuvo el saltador de altura Ju Jianghua en Los Ángeles. Mientras sus mujeres llegaron a dominar las pruebas de mediofondo y fondo con unas marcas asombrosas a mediados de la última década, los atletas chinos apenas han sido figurantes en las principales competiciones. A Xiang Liu le toca abrir la puerta a lo que se adivina como una poderosa generación de atletas. Su éxito es colosal por muchos motivos. En primer lugar, por lo que representa para su país, pero también por la instantánea regeneración del atletismo en Atenas, escenario de una tremenda semana de atletismo. Sólo los Juegos de México 68 superan el impacto de Atenas 2004. Si México es inolvidable por las marcas que se consiguieron en velocidad y saltos -el primer hombre que bajó de 10 segundos, el vuelo de Beamon, la exhibición de Tommie Smith, el impacto de Dick Fosbury-, Atenas ofrece un fondo inagotable de grandes hazañas. Con otra particularidad, Xiang pertenece a la generación que ha devuelto la excitación al atletismo en un momento particularmente crudo. Junto a Bekele, Wariner, Gatlin, Allyson Félix y varios jóvenes excepcionales, Xiang Liu es la mejor noticia posible para un deporte que daba signos de postración.
Aunque lejos de considerarse segura, su victoria era previsible. Había dominado las series con más estilo que buenos registros. Se tapaba en los últimos metros, después de asegurarse el puesto en la siguiente ronda. La gente se preguntaba en el estadio por este atleta alto y elástico -mide 1,88 metros-, un chico que parece sacado de un cómic: el rostro angulado, el flequillo largo y lacio, el gesto decidido, una cierta insolencia en su modo de actuar en la pista. Su nombre comenzó a correr por las tribunas. Era Xiang Liu, el nuevo fenómeno de las vallas. Tenía un gigante en el camino, el norteamericano Allen Johnson, el vallista por excelencia. Durante los últimos diez años su domino ha sido casi absoluto. Para Xiang ha sido el ídolo que ha marcado su progreso como atleta. Pero Allen Johnson no se interpuso en el camino de Xiang. En la segunda serie se tropezó con una valla y cayó sobre la pista.
Xiang se refugió en una discreta posición. Lamentó la baja de Johnson y dijo que no era el favorito. Sin embargo, no había más que verle en la pista para saber que nadie podría derrotarle. En la semifinal cobró una ventaja de tres metros antes de la llegada y frenó en seco. Le rebasó el jamaicano Wignall. No era posible esconderse más. En la final, Xiang no miró a derecha ni a izquierda. No le interesó el estadounidense Terréense Tramell ni el francés Docouté. Sólo miró al frente. Lo que hizo fue maravilloso: atacó las vallas con virulencia y clase, corrió con velocidad y técnica, no falló en nada, entró como un huracán y sacó cuatro metros al segundo. Lo siguiente fue un instante de conmoción en el estadio. Xiang Liu, el chico de Shangai, acababa de igualar el récord del mundo. Era el nacimiento de una estrella.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.