De las dudas a la tranquilidad
Lamela y Martínez encaran la competición desde perspectivas diametralmente opuestas
Hace cuatro años, Yago Lamela llegó a Sidney medio lesionado, agobiado por la presión de ser subcampeón del mundo, con un par de saltos de 8,56 metros aún recientes. En la calificación no llegó a los ocho. Su vida deportiva entró en una depresión de la que apenas ha salido algún brillo esporádico, como el bronce en los Mundiales de París 2003. Ahora llega a Atenas medio lesionado, infiltrado dos veces en las últimas semanas, pero sin agobios, sin presión externa para quedar bien, con un salto de 8,16 y una carrera de sólo 14 pasos como mejor recuerdo. Un tapado perfecto. Suficiente para que el optimista le prediga un camino inverso al de Sidney. O insuficiente. "Sí, ojalá fuera así. La verdad es que estoy bien sin presión. Pero preferiría no haber tenido un curso tan problemático", dice.
Así se acerca Lamela, quien dio el gran salto del atletismo español, a la calificación de hoy. Dudoso, inseguro. "Estoy bien del tendón y de todo. Estoy muy bien de velocidad y fuerza. Pero los entrenamientos que me he perdido me han supuesto fallos técnicos. No sé si batiré bien, cómo volaré, cómo caeré", confiesa; "tendré problemas de talonamiento y equilibrio para controlar la potencia y la velocidad".
Pese a todo, los expertos siguen creyendo que un talento como el suyo, en cualquier momento, en cualquier situación, puede enganchar un vuelo perfecto. Lo necesitará. La mínima de calificación es de 8,10 metros y, tal como ha ido la temporada, no menos de ocho saltadores la conseguirán si el viento lo permite.
El salto vive pendiente del viento. Ubicados en los laterales de los estadios, los saltaderos suelen ser un buen lugar para remolinos, revoleras, turbulencias y corrientes a chorro. Ayer sopló el meltemi. Entró por el fondo abierto del pebetero y salió por el contrario. Entremedias, se enredó con las gradas, chocó con el techo, se desperdigó en soplos incontrolables. Pendiente de él, pero contento porque la calificación será inusualmente por la tarde, cuando el aire es más claro y se controlan mejor los movimientos, está Juan Carlos Álvarez, breve entrenador de Lamela después de Sidney y entrenador de Joan Lino Martínez desde hace cuatro años.
Martínez, cubano nacionalizado español hace un par de meses, ha saltado 8,26 metros un par de veces este año. Los de Atenas son sus primeros Juegos. Tiene marca y calidad para estar en la final y... soñar. "Por encima de todos estará Dwight Phillips", explica Álvarez; "el norteamericano ha saltado 8,60 y fue doble campeón mundial en 2003. Después hay un segundo escalón de saltadores que, sin gran experiencia en la alta competición, han hecho buenas marcas. Su actuación será un misterio. Entre ellos está Martínez".
Entre ellos estará también el ghanés Ignisius Gaisah (8,30) y el más peligroso, el saudí Hussin Al-Sabee (8,35), que ha ultimado su preparación en las pistas del INEF de Madrid aconsejado por Mike Powell, el recordman, el hombre que saltó 8,95 metros en Tokio en 1991. "Y por último estará el grupo de los grandes que no están en su mejor momento", concluye Álvarez; "el de los que saben coger buenas marcas, como el cubano Pedroso, que, con su prodigiosa batida, pese a estar lesionado, se cuelga del cielo y vuela, o Lamela, capaz de cualquier cosa, o el griego Tsatumas, una escopeta de feria".
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