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Reportaje:Atenas 2004 | BALONCESTO

Una 'hippy' en la selección

Laia Palau, la base fichada por un club francés, comparte casa con cuatro amigos, le gusta hablar de política y toca instrumentos de percusión

Dice Vicente Rodríguez, el técnico de la selección española femenina de baloncesto, que el día que se lo proponga Laia Palau se convertirá en la mejor escolta de Europa. A sus 24 años, la barcelonesa posee un dominio exquisito de los fundamentos de su deporte, una gran velocidad de ejecución y una excelente lectura del juego. Pero le falta, según Rodríguez, cierta "implicación profesional". Palau le escucha y arruga el gesto: "¿Implicación profesional? Lo que yo creo más bien es que para hacer mi profesión, de momento, no he tenido que renunciar a nada. Ahora que me voy a Francia lo tendré que hacer".

Fichada por el Bourges, renunciar significa para Palau dejar atrás Barcelona. "Es una ciudad fantástica. Me encanta porque te ofrece tantas y tantas cosas", cuenta. Le ofrece, por ejemplo, un tipo de vida que no se suele asociar con el deporte profesional, pero que evidencia su ideario. Porque ¿cómo explicar al grupo de amigos con los que comparte casa que abandona para instalarse, por ejemplo, en un barrio alto como Pedralbes, como una auténtica profesional? No ha lugar para una hippy como Palau. Estudiante de Educación Social -ahora tiene los estudios abandonados- y acostumbrada a vivir en Nou Barris, un barrio trabajador y popular, gusta de su realidad cotidiana, de su riqueza cultural. El trajín del mercado, las vecinas de toda la vida que hablan de ella con el orgullo de haberla visto crecer, los amigos de siempre...

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En La Jota, su casa desde hace dos años -la bautizó así porque está situada en el paseo que lleva el mismo nombre-, ha pasado algunos de sus mejores momentos. Allí comparte experiencias, emociones, vida, con cuatro amigos y dos gatos: Jota y Merendola. "Jota se llama así porque la recogimos en nuestra calle y Merendola porque era tan pequeña y tan bonita cuando la encontramos que daban ganas de comérsela", cuenta sobre el bautizo de sus gatas, que han encontrado acomodo bajo el limonero que luce en el patio de su vieja casa. A su sombra, Laia ha pasado horas disfrutando de algunas de las cosas que más le gustan: leer (1984, de George Orwell, es su libro de cabecera), charlar con los amigos y arreglar el mundo con un nuevo ideario social. Zurda de juego y de ideas políticas, es uno más de los muchos jóvenes desencantados con los partidos, pero le encanta hablar de política. "Me gusta estar siempre al día, escuchar las opiniones de los otros, enriquecerme con lo que piensan y con sus experiencias. Aprendo constantemente", dice.

Hija de profesores, actriz de teatro frustrada, en la música ha encontrado una vía de escape y de relajación. Adora las percusiones y hace sus pinitos tocando los timbales y la darbuca. Cuando tiene tiempo, es fácil encontrarla, con sus amigos, tocando en la Ciudatella, lugar de reunión para los timbaleros. O dándole a los malabares. Hasta Atenas, una de sus compañeras de piso, feriante de profesión, le ha enviado unas bolas de colores, con luz, con las que se relaja y monta el número en la concentración. Anima a sus compañeras y se entretiene. "Llevo dos meses desconectada del mundo: No sé lo que pasa y eso no me gusta nada", lamenta; "pero el esfuerzo merece la pena".

Laia Palau trata de lanzar a canasta pese a la oposición de la estadounidense Sheryl Swoopes.
Laia Palau trata de lanzar a canasta pese a la oposición de la estadounidense Sheryl Swoopes.EFE

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