Vicente enchufa al Valencia

Recién renovado hasta el 2011, Vicente agradeció el generoso contrato que le brindó el club con otro partido notable. Se rebeló contra la propuesta conservadora anoche de su equipo y le despejó el camino para ganar el primer título de la temporada, la Supercopa de España, cuya vuelta se disputa el martes en Mestalla. Vicente se cosió la pelota a la zurda y se marchó al ataque dispuesto a dejar rivales tirados en el suelo. Uno tras otro. O le cazaban por detrás -brutal una entrada de Álvaro- o había peligro. A toda mecha. El extremo empezó el curso como terminó el pasado, cuando marcó el gol del título de Liga en el Sánchez Pizjuán. El cuadro de Ranieri se pareció mucho al de Benítez: la misma seriedad defensiva y los mismos fogonazos de luz de Vicente y Baraja para resolver.

El máximo goleador español de la pasada Liga, Mista, se quedó en el banquillo de La Romareda. Fue la primera víctima de los fichajes de Ranieri, que dio paso para la posición de 9 a su compatriota Di Vaio. Y el delantero italiano empezó chispeante, pero acabó espumoso. Le falta un buen trecho para llegar al entendimiento de sus compañeros. No se entendía con Angulo, el enganche que debía abastecerlo. El asturiano no es un pasador, sino un excelente llegador. Para demostrarlo, le sirvió un simple toque de primeras de Baraja que desarmó a toda la zaga zaragocista. Entonces Angulo envió un precioso globo que acabó en el larguero. Adelantado, el inesperado portero -Luis García ocupó la baja de Láinez por lesión-, miró la pelota con impotencia. Y alivio.

Desde la visión periférica de Movilla, el Zaragoza manejó el balón en tanta abundancia como escasa eficacia. El cuero circulaba como debía desde los pies del centrocampista calvo, pero sus compañeros le sacaban poco partido. Si acaso los destellos de Villa, que se caía a las bandas para sacar a los centrales de sus casillas y de vez en cuando lo conseguía. Claro que la defensa del Valencia volvió a comportarse con su ya clásica contundencia. Sin verse afectada por las ausencias de Ayala -en los Juegos Olímpicos con Argentina- ni de Marchena -lesionado-. Entró David Navarro y acompañó a Pellegrino como si llevaran toda la vida juntos. Savio apareció en la segunda parte. Recordó su regate en seco y aprovechó la timidez en el marcaje de Curro Torres, frenado por una tarjeta.

Pero el Valencia no se puso nervioso. Nunca lo hace. Se sintió cada vez más seguro de sí mismo. Menos apurado si es que lo había estado en algún momento. Y se fue animando a atacar. A mirar al meta Luis García. A las órdenes de Baraja, claro, que hasta entonces se había acomodado muy cerca del paraguas protector de Albelda. Salió de atrás Baraja y el Valencia tomó posesión del balón. Fue acumulando faltas a favor al borde del área hasta que encontró la definitiva. Una que rozaba la línea del área grande. Acudió Vicente, vio que el portero desprotegía el palo que debía proteger y allí le clavó la pelota. Coronó así su exhibición.