La gran hazaña iraquí
El equipo iraquí de fútbol dio la sorpresa al vencer a la selección portuguesa de Cristiano Ronaldo
La selección de fútbol Irak protagonizó una sorpresa mayúscula al vencer por 4-2 a Portugal, un resultado que fue celebrado por todo lo alto en la delegación del comité olímpico iraquí, formada por un total de 31 deportistas. Pocos podían esperar semejante triunfo ante el equipo que lidera Cristiano Ronaldo. La victoria tuvo un enorme eco en el edificio de apartamentos donde vive la delegación de Irak, en la Villa Olímpica de Atenas, que encierra un conjunto de individuos abigarrados. Están los atletas, gente amable y escéptica, contestataria con la autoridad de los entrenadores, con quienes mantienen una relación familiar y tierna. Está un estadounidense de piel marmórea que dice filmar una película llamada Ver la Luz sobre el resurgimiento del Comité Olímpico Nacional de Irak (CONI). Están los dirigentes y el responsable de relaciones con los medios, un licenciado en Arte y Filología Inglesa que se llama Emad Nassir Husein, y está Mark Clark, un joven militar británico que dice que después de servir en Irak durante seis meses trabajó para el Ministerio de Exteriores de su país en Bagdad y... de allí pasó a sumarse al recién constituido CONI, en cuyas filas opera como "consejero". Atildado y culto, Clark asume protagonismo con naturalidad. Es una especie de Lawrence de Arabia reencarnado al frente de la nueva revuelta árabe.
El triunfo sobre el equipo de Cristiano Ronaldo fue celebrado a lo grande en Irak
Además de los futbolistas, la representación iraquí está formada por una velocista que corre en 100 y en 200 metros, un nadador de 50 y 100 metros libres, un boxeador, un yudoca, un luchador de taekwondo y un levantador de peso, deporte que cosechó la única medalla olímpica iraquí, un bronce en Roma, en 1960. Son los embajadores de un país que desde 2002, en Occidente, se representa en las pantallas de televisión todos los días, generalmente ardiendo, o estallando, o cubierto de humo negro y escombros. Si alguien extraño a la delegación habla con los atletas, siempre debe estar presente algún responsable del comité. Este es el caso del profesor Mohammed Ridha, un entrenador de aspecto venerable que habla un inglés perfecto. Junto a él se sienta Alaa Hikmat, de 19 años. Es la chica que asegura estar a un paso del récord iraquí de los 100 metros. Es la única mujer de la misión. Su entrenador oficia de traductor y se niega a transmitir preguntas que considera muy políticas como: "¿Usted es de origen suní o shií?".
"Ella representa a todos los iraquíes, los del norte y los del sur", responde iracundo Mohammed; "es una musulmana de Bagdad que está orgullosa de competir por su país. Entre nosotros no hay diferencias. Lo que transmiten las cadenas de televisión en todo el mundo no es lo que nosotros sentimos".
Preguntar a la jovial Alaa por la ocupación militar aliada es baldío. Sonríe con una mueca burlona y, antes de que hable, su entrenador se interpone con voluntad protectora. Para ello, destaca sus marcas en el hectómetro: "Alaa ha hecho 11,85 segundos en pruebas no oficiales. Su marca oficial en 100 metros es de 12,52 segundos. El récord iraquí, en poder de Selma Al Juburi, es de 12,00 segundos...". En este punto, Mohammed es abruptamente interrumpido por su discípula, que parece medio harta. Alaa explica en un inglés rudimentario que el récord de Al Juburi es de diez centésimas más: "¡Doce segundos diez!". El entrenador asiente, resignado: "Sí, sí, doce diez".
"Nuestro objetivo aquí en Atenas es romper el actual récord iraquí", prosigue Mohammed; "ella puede lograrlo, sólo tiene que mejorar la salida".
Cuando el entrenador se distrae llega el nadador de los 50 y los 100 metros libres, un joven de aire risueño que también se llama Mohammed. "No nos dejan hablar, nos controlan", dice por lo bajo. Pronto se le une Alaa con gesto triste. "¡No tenemos patrocinador!", lamenta; "¡nadie quiere unir su imagen a nosotros! Mis zapatillas están lisas; han perdido los clavos de tanto correr. Mi padre murió y vivo con mi madre y mi hermano. No tenemos mucho dinero...". "¡Alaaaaaaaaaaa!". El profesor Mohammed llama a su pupila a que suba y deje de hablar con extraños.
En el interior de las oficinas del CONI, en la Villa, nos recibe Nassir Husein. Tiene poco tiempo y lo emplea para recordar que el anterior presidente de su comité, Uday Husein, hijo del dictador Sadam Husein, "usaba su autoridad para torturar a los atletas". Agrega: "Desde que hubo elecciones libres y generales en el CONI el deporte en Irak es sano. Ya nadie tortura a nadie como hacían Uday y sus psicópatas. A un jugador de fútbol le llegaron a poner una máscara de acero en la cabeza y lo encerraron en una prisión; como al príncipe francés de la película". Mientras Husein habla, el americano de piel marmórea que dice filmar el documental Ver la Luz, lo registra todo con su pequeña cámara de mano.
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