L'Arpeggiatta presenta la frescura de sus tarantelas en Torroella
La tarántula (Lycosa tarentula) fue la protagonista, anteanoche, del concierto que bajo el título La tarantela el grupo italiano L'Arpeggiatta presentó en el Festival de Música de Torroella de Montgrí (Girona). Tarantelas vocales e instrumentales del siglo XVII ofrecidas en un cruce entre concierto, acción teatral y coreográfica en la que el público se lo pasó en grande con una intepretación de muy alto nivel.
La tarántula "e un bicho mu malo, no se mata con piedra ni palo" a decir de la vieja canción interpretada en versiones memorables por la mezzosoprano Teresa Berganza o la soprano Victoria de los Ángeles. Su picadura produce tarantismo, grave enfermedad que se manifiesta en los afectados en forma de saltos delirantes y brincos frenéticos. Algunas doctas voces sostienen, sin embargo, que el llamado tarantismo no es otra cosa que una sofisticada forma de histeria. Sea como fuere, la cura del atarantado se hace tradicionalmente a través del baile de la tarantela y dice el refranero castellano "si acaso te pica la tarantela, tendréis que bailarla con una vigüela".
Esta danza vigorosa de tempo acelerado que puede llegar a alcanzar el presto furioso, reproduce en sus movimientos los saltos y brincos citados. Marius Schneider la califica de "baile medicinal" y Pedro Mejía afirma en Silva de varia lección que "el efecto que hace la música es que el herido comienza a bailar, haciendo diversas mudanzas, como si hubiera empleado toda su vida en aprenderlas, y está así bailando", normalmente entre tres y cuatro días. "hasta que aquella maldita ponzoña se consume, y gasta con el ejercicio de la música". Con la tarantela, que quizá sea la pervivencia cristianizada de antiguos cultos dionisíacos, estamos pues ante un cruce precoz y fabuloso de break dance primitivo y musicoterapia avanzada, de posibilidades artísticas y comerciales insospechadas.
El grupo L'Arpeggiatta, dirigido desde la tiorba y otros instrumentos de cuerda pulsada por Christina Pluhar, ofreció en la plaza de Torroella de Montgrí mucho más que un buen concierto de tarantelas vocales e instrumentales del siglo XVII que aún se cantan y bailan en Calabria, Sicilia y en la zona de Nápoles. Con el muy buen concurso, en el canto, de Marco Beasley y Lucilla Galeazzi y con la participación de la entregada bailarina Anna Dego que se encargó de los "saltos delirantes" y los "brincos frenéticos", pero en bonito, la sesión se instaló en un fecundo punto de cruce entre el concierto convencional, la acción teatral y coreográfica, la música antigua con criterios e instrumentos de época y el canto tradicional. Un punto de encuentro en donde podían confluir enriqueciéndose mutuamente y sin entrar en conflicto, sensibilidades diversas y maneras diferentes de entender la música.
Este buen camino de entendimiento, de ensanchamiento de horizontes, es uno de los ejes del Festival de Torroella de Montgrí. Sea bienvenido, aunque venga con tarántula.
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