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Reportaje:TEATRO

Las fábulas de Peter Brook

Javier Vallejo

Peter Brook es probablemente el director vivo que más ha influido en la puesta en escena contemporánea. Su búsqueda de un teatro desnudo y nuclear tiene una relevancia parecida a la que en torno al trabajo del intérprete desarrolló Stanislavski setenta años antes. Sus trayectorias corren paralelas. Ambos empezaron en una línea, acabaron investigando en otra muy diferente, y pusieron por escrito sus hallazgos. Brook (1925) creía a pie juntillas en el teatro como caja de ilusiones antes de comprobar que el escenario más expresivo es el escenario vacío, y que el buen actor estará mejor cuanto más cerca esté el público. Intentando tocar el centro de gravedad del espectáculo, Brook le ha ido quitando capas y capas: basta un velo que lo cubra, como basta un dardo al buen lanzador. ¿Es el Mahabharata (1985) la cima de su carrera? Sí, su puesta en escena mayor y más épica, pero no necesariamente la que mejor ejemplifica su ideario, ni la que más me ha emocionado. Je suis un phénomène, montaje de Brook que visitó Barcelona en 1998, es al Mahabharata lo que el centro del solomillo al lomo: una pieza más pequeña, jugosa, delicada y escasa. En Je suis un phénomène, Maurice Bénichou, su protagonista, se erguía como paradigma del actor que no interpreta: él es. Era Shereshevski, el hombre de la memoria infinita, paciente que llevó al neuropsicólogo ruso Luria (si hubiera nacido en un país anglosajón, sería tan conocido como Oliver Sacks) a analizar su caso en Une prodigieuse mémoire. Después de ver a Bénichou entrar en escena es imposible imaginar otro Shereshevski: emocionaba sin mover un músculo, como las personas que han sufrido mucho pero no lo expresan. Nunca en escena una pantalla (tres, de televisor) fue tan bien empleada como en esta obra. El hombrecillo memorioso se ganaba la vida en el circo aprendiéndose al instante listas interminables de palabras inconexas. Cuando le conoció, Luria probó a leerle en italiano, idioma que Shereshevski no hablaba, el principio de La divina comedia. Al finalizar, éste se lo repitió sin pestañear: "Nel mezzo del cammin di nostra vita...

", y todo lo que viene después. ¿Cómo lo consiguió? Traduciendo, a velocidad de vértigo, el texto en imágenes. Por ejemplo, y aquí improviso, para recordar las cuatro primeras palabras de esta frase, bien pudo imaginarse sucesivamente a su amiga Nelly, demediada; una mezzosoprano, la CPU de un ordenador marca Del y un lápiz de carmín con una "m" grabada y una "r" tachada: "Nel mezzo del cammin". Traducía las palabras en imágenes como éstas, y las alineaba mentalmente en portales y escaparates de calles que conocía al dedillo. Escuchado el texto completo, visualizaba la calle, decodificaba las imágenes, y lo recitaba como si se lo supiera de memoria.

Brook representó este experimento con Luria leyendo a Dante, Shereshevski de cara al público, y detrás de él, formando un arco, los tres monitores de vídeo. En cada uno, las palabras se encadenaban con las imágenes mentales que construía el hombrecillo, con el lugar de la calle moscovita donde las colocaba, y después se desvanecían lánguidamente, como una gymnopedie interpretada por un fantasma. Reencarnado por Bénichou, Shereshevski no producía admiración. Daban ganas de abrazarle, porque no podía olvidar: su cabeza estaba colmatada de listas con decenas de miles de palabras y de imágenes distribuidas por todas las aceras que alguna vez holló.

Después de éste, en Barcelona se han representado dos montajes de Brook. Ta main dans la mienne (¡qué final!) y un Hamlet lleno de hallazgos. Por ejemplo: mientras los cómicos representan, por encargo de Hamlet, un asesinato igual al que Claudio cometió, Claudio, la reina y Polonio se les van acercado. No quieren perderse un gesto. Cuando uno de los cómicos levanta el frasco para verter veneno en el oído del otro, Claudio está ya a un palmo de ellos, como hipnotizado. Hamlet, junto a él, cambia el frasco de la mano del cómico a la del asesino con rapidez de prestidigitador, y la escena representada desemboca en la real, que vuelve a suceder, ahora ante los ojos de todos: he aquí no la prueba, sino el crimen mismo. Tierno Bokar, que llega ahora a Barcelona, es un relato sufí de la serie africana de Brook, de la que en España vimos L'os, Woza Albert! y Le costume.

Tierno Bokar. Mercat de les Flors (Barcelona). Del 27 de julio al 4 de agosto.

Una escena de la obra 'Tierno Bokar', de Peter Brook.
Una escena de la obra 'Tierno Bokar', de Peter Brook.PASCAL VICTOR/MAXPPP

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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