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80.000 secretos

Afirma el Partido Popular que cuenta con unos 80.000 afiliados en toda la Comunidad Valenciana. Una cifra de militantes muy superior a la que declaran todos los restantes partidos políticos valencianos -los socialistas que son la segunda formación en número dicen tener 23.000 cotizantes-. Y sin embargo, lejos de exhibir su potencial humano, el PP mantiene los datos sobre su militancia como uno de los secretos mejor guardados. Los datos -incluido el numérico- se centralizan celosamente en Madrid, desde donde se fijan las normas para todos. Pero es a las direcciones provinciales, que funcionan como compartimientos estancos, a quienes corresponde la responsabilidad de establecer el reparto de compromisarios al congreso por municipios y comarcas.

En este esquema, la estructura con la que se ha dotado el PP concede poderes plenipotenciarios a los presidentes de los correspondientes niveles en que está estratificado el partido. Presidentes que, además, suelen ostentar el principal cargo público en su demarcación.

Ellos son los que orientan el sentido de las decisiones de una militancia acostumbrada a reverenciar los liderazgos fuertes. Y ha sido, precisamente, esta estructura de liderazgos locales la que ha aprovechado el presidente regional del PP, Francisco Camps, para pinzar al zaplanismo y debilitar el poder que este sector acumula en los niveles intermedios de la organización.

Camps logró primero el éxito electoral y la Generalitat. Luego obtuvo la presidencia regional del PP, con la ayuda de Mariano Rajoy, que impuso la proclamación de Camps en una Junta Directiva Regional fiel a un Zaplana reacio a abandonar la dirección del PP valenciano. Rota la bicefalia y tras revalidar nuevamente la supremacía electoral del PP en las pasadas elecciones europeas, Francisco Camps y sus seguidores han recurrido a las bases del partido: alcaldes y presidentes locales. Con ellos, han debilitado las estructuras orgánicas en las que están atrincherados los afines a Zaplana, que se han visto incapaces de detener la sangría de deserciones hacia el campismo.

Primero fue Castellón, donde Zaplana perdió a su viejo aliado Carlos Fabra, que se pasó con armas y bagajes al bando de Francisco Camps. Luego, Rita Barberá y Alfonso Rus, primeros ediles de Valencia y Xàtiva, aglutinaron a los alcaldes de la provincia de Valencia para facilitar a Camps el acceso a la presidencia del PP frente al candidato zaplanista José Joaquín Ripoll. Y ahora, los munícipes de Alicante y Torrevieja, Luis Díaz Alperi y Pedro Hernández Mateo, siguen el ejemplo de Barberá y Rus y lanzan un último envite en los feudos de Zaplana. Un pulso que busca resolver la correlación de fuerzas entre los dos sectores antes de la elección de los compromisarios. Así, no será necesario desvelar los 80.000 secretos.

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