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Reportaje:Eurocopa 2004 | Segunda jornada del Grupo D

Acné contra calvicie

La irrupción del holandés Robben y la confirmación de los checos Baros y Rosicky ponen elegancia al choque de los veteranos Stam y Koller

Jóvenes y viejos, centímetros y músculo, kilos y habilidad, papeles cambiados, jerarquías atentadas... Un supermercado futbolístico, tan habitual cuando Holanda está de por medio y ahora que la República Checa, con una generación esplendorosa, se ha hecho un hueco en la élite europea.

La reivindicación juvenil correspondió a un chico de 20 años, Robben, del Feyenoord, que ya ha caído en el baúl de Roman Abramovich y su Chelsea por un buen puñado de euros. Habituados a los debates tácticos, que en Holanda desatan tantas pasiones como las discusiones entre los jugadores y las trifulcas internas, el criticado Dick Advocaat se sacó a Robben de la chistera. Overmaars, el solicitado tras su segundo tiempo ante Alemania, se dedicó a seguir atentamente desde el banquillo las evoluciones de su posible sucesor.

Advocaat no corría riesgos. Estaba claro que al muchacho no le iban a temblar las piernas. A los 16 años debutó con el Groningen en su victoria ante el Feyenoord, que sufrió las diabluras de un extremo clásico, aún atacado por el acné juvenil. Casi cuatro millones de euros (3,9) le llevaron al PSV Eindhoven, a progresar con mayor rapidez que en el modesto Groningen, que lo disfrutó un año más en calidad de cedido. Ya en el club de Philips logró el título honorífico de mejor jugador joven de Holanda, con 19 años, una distinción de valor singular en un país acostumbrado a la producción masiva de jóvenes talentos.

Ayer, en Portugal, no tardó en demostrarlo. Los dos primeros goles de Holanda partieron de su pierna izquierda, ese tacto habitual de los zurdos para hacer lo que hacen los derechos, pero con más fuerza, con mayor intención. Descarado, aparentando más años que los 20 auténticos, fornido, Robben fue el asistente necesario que Holanda, a pesar de sus interminables debates tácticos, siempre busca en los costados. Tan descarado fue el muchacho que, en plena efervescencia, le tiró una patada a Rosicky que Mejuto no quiso castigar como se merecía y que le haría recordar su lesión en el talón de Aquiles que a punto estuvo de alejarle de la Eurocopa.

En el primer gol, nacido de sus botas, quien falló fue el experimentado Poborski, que no marcó a su par, estático, como si no fuera con él. Y luego falló Cocu, en un mal pase, en el empate checo, que empezó a iluminar el juego de Baros, delantero del Liverpool, de 22 años, que habilitó a Koller. Curioso: dos veteranos cometiendo errores juveniles y dos jóvenes actuando como expertos veteranos.

El joven Boras, al que inmediatamente sus conciudadanos le atribuyeron el socorrido apodo de El Maradona de Ostrava, no ha vivido muy a gusto en Liverpool, donde ya tuvo problemas con su permiso de residencia, para vivir más de lo esperado en el banquillo. Era la eterna esperanza checa, el goleador habilidoso, elegante, propio de esa generación que ha aportado a la habitual rocosidad de los checos un signo de distinción que ha convertido a esta selección en algo más que un puñado de chicarrones centroeuropeos.

Agobiados por el espíritu alemán, que mimetizaba su fútbol, los campeones europeos sub 21 de 2002 han aportado dosis de calidad sin perder la tenacidad característica. Baros, el centrocampista Rosicky, el gran portero Cech..., demostraron ayer que su juventud es exclusivamente física, que su cabeza acumula suficientes datos para encarar la adversidad y voltear a Holanda, el equipo temible en los partidos rotos.

Ellos, con Robben, contrastaban sus caras de jóvenes avispados con el debate muscular de dos veteranos encomiables. El holandés Stam (1,91 metros y 90 kilos) frente al checo Koller (2,02 y 104). El choque entre ambos amenazó los cimientos del estadio. Pasada la treintena y con su vida futbolística cumplida, se comportaron como dos juveniles, en el buen sentido, contagiados de tanta exuberancia a su alrededor.

Stam despeja de cabeza ante la bota de un jugador checo.
Stam despeja de cabeza ante la bota de un jugador checo.REUTERS

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