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Tribuna:PUNTO FINAL | Eurocopa 2004
Tribuna
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Algunas reflexiones poco serias

David Trueba

De no haberme fallado el físico, me habría gustado ser futbolista o chulo. ¿Futbolista?, se preguntarán algunos. Pues sí. Los futbolistas son al mundo actual lo que un filósofo en la Grecia clásica, un pintor en el Renacimiento o un escritor en el Siglo de Oro. Es así. Y no me lloren. Hacen lo que hay que hacer. Lo que toca. Ahora bien, hay cosas que me sorprenden en los futbolistas dada su altísima relevancia social.

La primera es su silencio. Los futbolistas callan. No se sabe nada de su visión de la vida, del mundo, de la realidad que les rodea o del sistema de juego que defienden. Algunos dicen eso de "prefiero hablar en el campo", pero no cuela. Otros se parapetan tras la Play y fingen ser adolescentes cuando todo el mundo sabe que los futbolistas están maduros a los 20 y jubilados a los 35. Sufren una de las sumisiones intelectuales más asombrosas. A veces incluso quien les paga les fuerza al silencio: hay sanciones por hablar. No se sabe si es que no tienen nada que decir o tienen miedo a decir algo y molestar a una parte de la grada. Si molestar es la sal de la vida. A veces leer la entrevista con un futbolista es como sacarle música a una piedra. Pues en esto también van con los tiempos. Es mucho más rentable callar que decir algo.

Otra cosa sorprendente es su decidida apuesta por los cursillos de estheticiènne por correspondencia. Al vestuario ahora lo deberían llamar camerino. Pronto en el banquillo, junto al entrenador, el fisio y el utillero, se sentarán el peluquero y el maquillador. Para retocar a los jugadores en las bandas cuando haya una interrupción. En Italia los cronistas deportivos ya saben que para lograrr una declaración después de cada partido hay que esperar cinco minutos de ducha y veinte de espejo. En esto también son líderes sociales: ellos saben antes que nadie que un buen corte de pelo vale más que un buen regate.

La ausencia de sentido del humor en el fútbol es también aire de los tiempos. De tanto en tanto, algún jugador argentino nos refresca el Telediario. Hace tiempo al madridista Solari un periodista le dijo: "Estará contento. Hoy marcó un gol". Y el jugador respondió: "Sí, todo el mundo se equivoca". Daban ganas de irse a La Cibeles a celebrar que alguien escapara al estreñimiento dialéctico ése del "somos once", "doy todo en el campo", "me debo a mi club".

El futbolista está expuesto más que nadie al capricho de la masa y cuando oye el himno del club sabe que la letra dice: negocio, negocio, negocio. Hoy te regalan el coche, te cuelan en los conciertos, te quitan la multa y te firman por diez años. Mañana te silban, descuelgan tu foto de la pared, encienden la chimenea con tu biografía y te declaran transferible. Por eso terminan por ser gente muy inteligente que entiende el funcionamiento del mundo. Fíjense en Zidane, ejemplo de clase. El otro día estaba fundido, acabado, viejo y artrítico y en tres minutos metió dos goles a Inglaterra. No se puso eufórico, sino grave. Sabe que el azar no es un patrocinador que firme contigo hasta final de temporada.

Dicen que todo español lleva dentro de sí un seleccionador nacional y un crítico de cine. En esta Eurocopa el segundo tiene más trabajo que el primero porque los jugadores elegidos, el reparto, el cásting parece el correcto y, en cambio, las retransmisiones son fofas, faltas de intensidad, lejanas, poco trabajadas. Pero yo de fútbol no sé nada. Sólo lo envidio. Envidio su conexión con la sociedad, su generación de negocio, el trote por la hierba recién cortada, el horario de trabajo, la atracción sexual que generan y las secciones de deportes. En los periódicos españoles la sección de Deportes es la mejor escrita, la más ambiciosa, la que cuenta con más espacio, y habitualmente los que se dedican a ella destilan pasión hacia el asunto que les ha tocado en suerte. Los periodistas deportivos sólo tienen un defecto: no se equivocan nunca. El lunes siempre aciertan con la táctica que debió usarse el domingo anterior. El día en que acabe esta Eurocopa sabrán lo que había que hacer para ganarla.

David Trueba es director de cine y escritor.

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