El conflicto en el Fórum
Que un evento como el Fórum, por su significación en la ciudad y por los recursos empleados, haya nacido y se desarrolle en un clima de conflicto es perfectamente natural. Lo grave sería lo contrario, la indiferencia o el consenso sofocante ante un acontecimiento de tal dimensión. De la misma forma uno esperaría que, dados los objetivos -defensa de la diversidad frente a la homogeneidad cultural, defensa de la sostenibilidad frente a un modelo de desarrollo que nos lleva al desastre, y defensa de la paz y el diálogo en momentos de neoimperialismo y guerras preventivas-, la dinámica y los contenidos del evento recogieran ciertas dosis internas de conflicto. Y más bien la sensación con la que he ido saliendo del recinto es la contraria. Se ha optado por el tono positivo, por la fiesta y el buenismo, y entonces el resultado es más cómo me gustaría que fuera el mundo que un incentivo para implicarse de manera personal o colectiva en procesos de transformación que vayan en la línea hacia la que apunta el Fórum.
Voces es un buen ejemplo de ello. Uno transita en medio de imágenes y sonidos, y sale con la conclusión de que en el mundo hay muchas lenguas y sería una lástima que se perdieran. Hay poca presencia de los conflictos entre lengua y poder que el catálogo recoge. El montaje no transmite emoción y te deja en posición de espectador pasivo. En Esquinas el mensaje está más presente, la esquina ciudad es ante todo coincidencia y diferencia, promiscuidad sin pasteurizar. Pero, a pesar de ello, resulta más claro el potente decálogo que despide al visitante (que se reproduce en el buen catálogo) que la abigarrada muestra. En definitiva y por lo visto, el conflicto se nos ha ido quedando fuera.
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