¡Marchando una de sexo!
Estaba cantado. Una compañía tan transgresora en su origen como La Fura dels Baus tenía que encontrarse antes o después con el Marqués de Sade. Ya lo ha hecho, y el resultado, audiovisual más que todo, está a la vista. La prosa ferroviaria, tediosa y cansina de De Sade tenía la ventaja de ir a lo esencial, una supuesta osadía erótica, habitual desde antes de los griegos. Pero esa obra tenía, además del detallismo expositivo, la ventaja de ser anterior al aburrimiento insufrible de la gimnasia sexual que llena tantos millones de metros de celuloide filmado. La transgresión consiste ahora en ser casto y en no ofrecer pene o vagina, además de otros atributos de la anatomía, más que a quien lo merece, que seguramente es nadie. Al contrario de lo que parecen creer los artistas de La Fura, el sexo no va contra el poder, conra ningún poder, sino que es alimentado desde casi todos los poderes públicos, por aquello que Marcuse, más listo que De Sade, llamó la represión permisiva.
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De La Fura dels Baus, basado en textos del Marqués de Sade, Jorge Manrique, Oliverio Girondo y Santa Teresa de Jesús. Dramaturgia, Mercedes Abad, Alex Ollé, Carlos Padrissa, Valentina Carrasco. Intérpretes, Teresa Vallejo, Jorge Flores, Damià Plensa, Sonia Segura. Iluminación, Carlos García. Vestuario, Toni Allende. Escenografía, Roland Olbeter. Coordinación musical, Miki Espuma, Big Toxic. Vídeo, Franc Aleu, Emmanuel Carlier. Dirección, Alex Ollé, Carlos Padrissa. Teatro Olympia. Valencia.
Porno simulado
¿Hay arte donde la transgresión que lo propone es más aburrida que la entrada de un pene en cualquier orificio que se ponga a tiro? No cuando la transgresión dura lo que un merengue a la puerta de un colegio, y además se le parece. Georges Bataille dijo en alguna ocasión que no le interesaba el teatro porque ahí era imposible mostrar una buena defecación como Dios manda. Siendo ése el límite verdadero de la exposición de los misterios de la fisiología humana, no se entiende esta colección de supuestas transgresiones sometidas a la grafía del porno simulado, ni siquiera en el momento culminante en que se remienda la entrada de la vagina originaria. Salvo que sea la antesala de La Fura para ensayar simulaciones osadas. ¿Qué tal una estupenda sesión de penetraciones universales, simultáneas y en directo, con toques de zoofilia a ser posible y a cargo de George Bush y su perro, con resultado de muerte súbita en pago a tanto atrevimiento? Pues que tampoco serviría para nada. Ya decía Billy Wilder que había más erotismo en el juego de puertas de Lubistch que en todo el porno californiano. El resto son ganas de escandalizar, echándole arte al asunto, como si el espectador medio no bostezara ya bastante con el pornete televisivo de las noches de fin de semana.
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