Rejoneo de alta escuela
Fermín Bohórquez y Andy Cartagena salieron a hombros entre las aclamaciones del público, pero el que, de verdad, cruzó la Puerta Grande fue el rejoneo de alta escuela, el toreo clásico a caballo, el toreo de verdad.
Los dos triunfadores, junto a Luis Domecq, protagonizaron una extraordinaria sesión del rejoneo más ortodoxo. Se enfrentaron a una mansada de toros que no colaboró, pero ello no fue obstáculo para el triunfo incontestable de los caballeros, que supieron conjugar la técnica con la espectacularidad y, con la ayuda inestimable de caballos toreros, dictaron una lección magistral.
El público se entusiasmó cuando Cartagena colocó su primera banderilla al violín con la facilidad que le caracteriza. Pero para entonces ya se había hecho presente el rejoneo de altos vuelos de la mano de un magnífico torero llamado Fermín Bohórquez, que protagonizó una tarde completísima en la que destacaron la doma excelente de sus caballos, su pura concepción del rejoneo, su dominio de la suerte, su empeño en clavar siempre al estribo y sus derechazos largos y templados. Y todo ello, ante dos mansos refugiados en tablas que rehuyeron la pelea. Bohórquez trabajó de lo lindo, pero sin estridencias, con medida elegancia, y consiguió una actuación cercana a la perfección, en la que destacaron los pares de banderillas a dos manos. Su labor se vio empañada por una defectuosa forma de matar. El metisaca a su primero no fue el broche que merecía la faena.
Terrón / Bohórquez, Domecq, Cartagena
Toros despuntados para rejoneo de Luis Terrón, correctamente presentados y muy mansos. Fermín Bohórquez: metisaca (oreja); pinchazo y rejón (oreja). Luis Domecq: pinchazo traserísimo y rejón contrario (silencio); dos pinchazos, rejón bajo y aviso (silencio). Andy Cartagena: rejón trasero (dos orejas); tres pinchazos y rejón bajo (silencio) Bohorquez y Cartagena salieron a hombros por la Puerta Grande. Plaza de Las Ventas. 29 de mayo. Tercera y última corrida de rejoneo. Lleno.
Al rejoneo clásico, Cartagena añade una buena dosis de espectacularidad. También sus dos toros fueron mansos, pero ése no fue problema para un rejoneador muy completo que transmite ilusión, ganas de triunfo y, sobre todo, una extrema facilidad para el toreo a caballo. Expone mucho a las cabalgaduras, destaca por su buena técnica y resulta muy espectacular, especialmente en las banderillas al violín. Como el rejón trasero que recetó a su primero fue de efectos fulminantes, le concedieron las dos orejas. En el segundo mantuvo su nivel, espoleado por un público que vibró con él de principio a fin. La mansedumbre del toro fue, quizás, el mejor acicate para llegar con prontitud a los tendidos. Mató mal y las orejas, que tenía ganadas, se esfumaron.
Luis Domecq vio silenciada su labor porque falló a la hora de matar a sus dos toros. Y ya se sabe que para el festivo público de rejones una muerte rápida es condición fundamental para el éxito. Pero su labor no desentonó. Muy serio, sobrio, pero quizás algo frío, se atuvo a las normas del toreo clásico y brilló especialmente con las banderillas en su primer toro y en un par a dos manos en el segundo.
Fue una tarde muy completa de rejoneo del bueno. Tres rejoneadores destaparon el carro de las esencias, se olvidaron de las carreras e hicieron bien lo que bien saben: torear a caballo.
Babelia
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