Gloria tras una guerra
El Sevilla regresa a Europa tras vencer en un partido con mucha violencia y sin fútbol alguno
Triste es el partido en el que no se puede hablar de fútbol. Vergonzoso ya cuando los profesionales convierten el lance en una pelea de gallitos, en una confrontación de inmadurez e irresponsabilidad. Ayer la vergüenza goleó al deporte en el Sánchez Pizjuán, justo en un día que tenía que ser de orgullo y de felicidad tras conseguir el regreso del equipo a las competiciones continentales despues de 10 años y cuando nadie se lo creía. Bueno, uno sí, Joaquín Caparrós, que ha llevado una plantilla, que pareció a priori menor, a las semifinales de la Copa del Rey y a competir en la próxima edición de la Copa de la UEFA. Pero el logro quedó empañado por una actuación tristísima por parte de ambos conjuntos que ayer no merecieron el calificativo de deportistas.
SEVILLA 1 - OSASUNA 0
Sevilla: Esteban; Redondo, Javi Navarro, Pablo Alfaro, David; Casquero (Aitor Ocio, min. 88), Martí; Alves, Baptista, Antonio López; Hornos (Carlitos, min. 65).
Osasuna: Elía; Izquierdo, Cruchaga, Cuéllar, Antonio López; Valdo, Puñal, Muñoz, Moha; Aloisi (Bakayoko, min. 63) y Morales (Webo, min. 63).
Gol: 1-0. M. 55. Baptista, de tiro cruzado.
Árbitro: Losantos Omar. Amonestó a Puñal, Moha, Aloisi, Redondo, Alves, Antonio López (Osasuna), Webo, Esteban y Carlitos. Expulsó con roja directa a Alfredo (suplente) por agredir al delegado del Sevilla, Cristóbal Soria (min. 33) y Bakayoko y Pablo Alfaro (min. 98) por agresión mutua.
40.000 espectadores en el Sánchez Pizjuán.
Unos necesitaban ganar para buscar que una carambola de resultados les clasificara para la próxima Copa de la UEFA, los otros el orgullo. Y es que da igual que hubiera o no primas o competiciones de prestigio en juego para justificar lo sucedido ayer. Y lo peor es que no hubo inocentes, ni los entrenadores, quienes precisamente originaron la tangana entre los dos equipos al borde de la media hora. Caparrós se fue a por Aguirre y, frente al chamizo del cuarto árbitro, discutieron. De inmediato llegaron los jugadores suplentes de ambos equipos y durante cinco minutos hubo tortas para todos. Aguire había comenzado la gresca tan en el minuto 3, desviando una pelota para perder tiempo. Pero la pelea comenzó antes.
A falta de juego trenzado, las faltas y los saques de esquina se convirtieron en lo único con trascendencia. Aloisi daba pellizcos y otro tipo de perrerías a todo quisque, Navarro se defendía y agredía a manotazos, Alfaro se encaraba con Morales que agredió a Esteban -que le devolvió el empujón con un cabezazo- y que tan sólo se salvó de la expulsión por la tangana inmediata entre los integrantes de los banquillos. No hubo entrada sin tarrascada en toda la primera mitad.
Pero fue el más fuerte que había sobre el césped y el que en menos follones se había metido quién marcó, abriendo así la puerta de Europa a su equipo. Baptista devolvió el encuentro al terreno del fútbol, controló un balón, tiró una diagonal con la que dejó clavado a su marcador y disparó raso y cruzado desde el borde del área para batir a Elía.
El Sevilla ganó entonces cordura e intentó meter el partido en el congelador. Lo consiguió a medias, pues un fuego no se puede apagar tan fácil como se enciende y siguieron los roces entre los jugadores de ambos conjuntos. Fútbol no hubo. Pelotazos y contraataques acelerados.
Finalmente, tras otra batalla final con mordiscos, mamporros y de todo, el Sevilla encontró la historia. El equipo de Caparrós vuelve a Europa tras una década con muchos sinsabores y con una plantilla no prevista para hacerlo y que merece todos lo elogios posibles por su trabajo y su fe indesmayable. Lástima que se produjera en un partido en el que los deportistas se chotearon del deporte.
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