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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Capacidad de seducción

Los artistas con talento tienen por añadidura, a su favor, una suerte de capacidad de seducción que es decisiva a la hora de ganarse al público. No todos, pero sí algunos privilegiados. Miguel Poveda y Martirio se encuentran entre ellos. Esta Noche de flamenco programada por el Español en su temporada de reapertura fue una buena ocasión para que los dos se beneficiaran -y beneficiaran a la audiencia- de esa especialísima condición, que finalmente cristalizó en una memorable versión conjunta de La bien pagá.

Los dos mano a mano bordaron literalmente una copla que se cuenta entre los otros títulos maestros del género. Poveda le echó garra, intención, sentido dramático. Martirio respondió con su personal manera de interpretar la copla, dándole como una trascendencia, como un sentimiento esclarecedor. Uno y otra se aproximaron incluso al deje canalla que le daba Miguel de Molina, referente inexcusable en este tema como en tantos otros de la canción española.

Noche de flamenco

Miguel Poveda (cante), con Juan Carlos Romero (guitarra) y Luis Cantarote y Juan Grande (palmas). Martirio (copla española) con Raúl Rodríguez (guitarra) y Jesús Lavilla (piano). Teatro Español. Madrid, 20 de mayo.

Miguel Poveda demostró una vez más, en este momento, su versatilidad para adentrarse con éxito en otros géneros ajenos al suyo. A fin de cuentas la copla es donde Martirio tiene una autoridad y un saber hacer incuestionables, mientras Poveda es un cantaor flamenco que sólo ocasionalmente se aventura en otros campos. Esta misma noche había interpretado ya Pena, penita, pena a ritmo de bulerías, y puso al público en pie. Este flamenco tiene siempre cosas importantes que decir con su arte, y las dice de maravilla, con una madurez impropia de su edad. Su cante a palo seco, por ejemplo, donde los silencios valen tanto como las palabras, pues en esos silencios quedan flotando músicas ocultas, con pases mudos que traspasan a unos oyentes que ni respiran.

Nuevo sentido a la copla

Martirio, por su parte, hizo un recital que fue ganando densidad y belleza. Lo suyo es la copla, que a veces lleva aire de tango argentino, o de sevillanas, o de cualquier otra música impensable. Una copla que ella hace a su aire siempre, sin caer en el tópico, ni en la pandereta barata. Dicen los tercios sin recurrir casi al grito, confidencialmente, con una capacidad de modulación fantástica. No en vano declara siempre su admiración por el malogrado Carlos Cano -otro inconformista de la copla convencional-, e interpreta su María La Portuguesa. Si la copla española continúa esta evolución hacia una modernidad y un compromiso que desde hace tiempo nos parecían deseables, y venimos reclamando, deberá mucho a esta mujer pequeña de estatura pero grande en talento. Sus interpretaciones de temas clásicos, Ojos verdes, dan a los mismos un sentido mucho más hondo que el original, confiriéndoles una dimensión en la que seguramente sus autores no llegaron a pensar.

Hubo en el escenario del Español excelentes músicos. Con Poveda, un Juan Carlos Romero que es uno de los jóvenes guitarristas flamencos más interesantes del momento actual; a él pertenecía la música que llevaba un nuevo tema sobre un poema de García Lorca. Con Martirio, su hijo Raúl, músico plural y creativo, y el pianista Lavilla, que hace a la cantante acompañamientos sumamente ajustados al talante expresivo de ella.

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