El canon
Mis padres no se creyeron que era escritor hasta que salí en la tele. Para entonces, ya había publicado tres o cuatro novelas, pero en aquella época no eras nadie si no habías salido en La Primera. Ahora es al revés. Si te ven en la tele, pensarán que eres un pederasta o un hijo natural de Jaime Ostos, pero no un escritor. Y es que los criterios para que te incluyan en el canon cambian en función de la moda. Además, cada cabeza tiene su propio canon. Para algunos, llegar pasa por haber ganado el Planeta, mientras que para otros un premio comercial es un baldón. Si quieres ser feliz, has de vivir rodeado de personas cuyo canon coincida con tu currículum.
Pero no es fácil, entre otras cosas, porque a veces te cambian de canon sin comerlo ni beberlo. A un escritor amigo, que llevaba toda su vida en el club de los escritores de culto, le salió sin querer un best seller y lo echaron a patadas. Ha liquidado la hipoteca y tiene una casa propia, sí, pero desde el punto de vista del canon se ha quedado en la calle. Lo curioso es que muchos escritores que no tuvieron en su vida otro objetivo que el de pagar la hipoteca han pasado a la historia de la literatura, mientras que otros cuya ambición era instalarse en la posteridad han desaparecido en las simas del olvido. Y esto, que quede entre nosotros, porque si le dices a Botín que un préstamo bancario puede ayudarte a entrar en las enciclopedias, gravará los créditos de los escritores con una comisión.
Mi asistenta no se creía que yo vivía de escribir hasta que vio a una chica en el metro con un libro mío. Entré en su canon gracias al transporte público, ya ven. Pero lo que quería decir es que teníamos pocos cánones y parió la abuela, porque ahora mismo no eres nadie si te han invitado a la boda, pero tampoco eres nadie si no te han invitado, depende del modelo desde el que te juzguen. Así que tenemos de golpe dos cánones más en los que hay codazos por entrar. La Monarquía debería ser un factor de concordia, porque para pelearnos no necesitamos a nadie. El caso es que, pese a haber salido una vez en la tele y otra en el metro, mi asistenta y mis padres me han expulsado de sus cánones porque dicen que si Letizia, que es periodista, no me conoce es que no existo. Perra vida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
