Dos nobles intérpretes
La Royal Philharmonic Orchestra fue creada por sir Thomas Beecham en 1946. En 1961, año de la muerte del maestro, nace en Italia Daniele Gatti, actual titular de una formación que los madrileños conocen bien, ya que sólo en las series de Ibermúsica nos ha visitado 17 veces. Se nos dijo, de palabra, que en lugar de la suite de Lulú, de Alban Berg, escucharíamos el Concierto para orquesta, de Béla Bartok, espléndida creación del genial húngaro, mucho más programada aquí y en el mundo entero.
En la primera parte, tuvimos una actuación impactante de la soprano alemana Christine Schäfer en los Últimos lieder, de Richard Strauss. La belleza vocal, la nobleza de la técnica y el estilo, el flexible rigor expresivo y la herencia de sus maestros -Auger, Riemann, Fischer-Dieskau, Jurinac- hacen de la Schäfer una gran dama de la lírica, demostrada en las imperecederas canciones straussianas sobre Hesse salvo una, Im Abendrot, que es de Eichendorff.
Ciclo Orquestas del Mundo
Royal Philharmonic Orchestra. Obras de Mahler, Strauss y Bartok. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de mayo.
De la proyectada Sinfonía número 10, de Mahler, Gatti dirigió el Adagio, dejado por el compositor casi íntegramente resuelto y editado por Erwin Ratz en 1946. Pleno de belleza y seguidor de sus procedimientos, el autor de La canción de la Tierra parece aquí más evanescente, lo que, subrayado por el maestro Gatti, supuso un algo añadido muy fascinante que los instrumentistas británicos resolvieron con maestría. El esplendor de Bartok valió a todos ovaciones y bravos.
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