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Columna
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Profetas del agua

Los profesores Esteban y Arrojo comparecieron en la última comida-debate del Club Jaume I para ilustrarnos sobre la nueva cultura del agua (NCA), y, de paso, lanzar duras, directas e iluminadas andanadas contra el PHN. Teniendo en cuenta que en el Club jamás se llamó hasta hoy a experto alguno ni responsable político del asunto para que compareciera a defender el PHN, esta OPA hostil a cuento de la benemérita NCA (con la que por insensato y sectario que uno sea no es nada difícil hermanarse) perpetrada el lunes santo, dio para mucho.

Por ejemplo, para que algunos destacados socios afirmasen que era la primera vez que se enfrentaban a un discurso sólido, técnico y coherente sobre el PHN aunque fuera precisamente para escuchar descalificaciones que llegaron a acusar al Gobierno de estar amparando un negocio de algunos y no agua para todos. Además, porque, al menos uno de los ponentes, el Sr. Arrojo, destapó el tarro de las esencias y repartió leña contra el Gobierno con la fe de quien quizás espera cargo en la Blindskrieg que ha de parar y hacer olvidar ese PHN para siempre. Finalmente, porque los ponentes no fueron capaces de admitir que ciencia, técnica, teoremas, caudales, metros cúbicos, desaladoras, canales superficiales, precio final del agua y certeza filosófica, cuando se pasan por el túrmix de la política, para que cuadren hay que añadirles el cálculo de los costes de oportunidad política, el que está dispuesta a pagar la cultura política existente y, después, aplicar a todo el cálculo integral, considerando el grado de comprensión social que los métodos innovadores en la gestión del agua tienen.

Es decir, que como efectista ataque al PHN, el discurso de la NCA vino ni que anillo al dedo, pero como opción política responsable a digerir por el conjunto de la ciudadanía valenciana no pasó de ser un balón de oxígeno (envenenado) hacia la perplejidad del PSOE en su política global de aguas, que éste haría bien en aparcar dignamente en los colegios, en la Universitat y en los foros de debate, para que no se le indigeste antes de lo previsto.

Siempre habrá alternativas a la política de detraer aguas sobrantes de los caudales superficiales para desplazarlas a los puntos negros de la sed y allí donde generen progreso. Claro que desalar agua de mar y bombearla a cotas más altas puede ser menos caro (yo digo que no, si se considera un ciclo largo, de por ejemplo, 50 años, y, por cierto ¿cuántos años después puede decirse que son rentables los embalses de las cuencas que vierten en territorio valenciano?), sobre todo si los costes los sufraga el mismo actor (la Administración española y la europea), pero no si el coste básico de este PHN es sufragado por dinero público mientras que el de las desaladoras no se sabe por quién. Claro que puede utilizarse el agua de las desaladoras para servir las necesidades desde una cota hasta el nivel del mar, y utilizar los caudales ahora existentes para trasladarlos desde cotas altas hasta donde está la necesidad, pero ¿hay que despreciar el coste político que tiene desapoderar un uso actual de aguas, para cederlas, y sustituirlas por las nuevas provenientes de la desalación? Con años de pedagogía y honestidad política, con planes específicos que ilustren sobre los beneficios de la nueva cultura del agua, quizás dentro de treinta años, un PHN como el previsto fuese un error, pero sin eso, y sin nada más que discursos iluminados, ¡pobres valencianos!

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