ANTONIO SABALETE SÁNCHEZ / Siempre escribiendo
Antonio, funcionario de 36 años, casi nació con un lápiz en la mano. La imagen de infancia que mejor recuerda su madre es la del niño escribiendo. "Apenas tenía cinco años y ya lo veías con el lápiz, escribiendo o dibujando, pero siempre con el lápiz", explica.
Antonio creció y se decantó por las matemáticas, la contabilidad y sus estudios de Empresariales, pero nunca dejó de escribir. Son testigos de ello las notas y los pequeños textos con vivencias que Antonio solía dejar aquí y allí. "Le gustaba escribirlo todo", sentencia su madre, quien siempre mantuvo un estrecho contacto con su hijo gracias a que cuando se casó, hace ya nueve años, se quedó a vivir en su Entrevías natal. "Venía a comer a menudo a casa y yo aprovechaba para cocinarle lo que más le gustaba: potaje y arroz con conejo", recuerda Juana.
Su esposa María del Carmen ha explicado por escrito lo mismo que proclaman abiertamente amigos y vecinos: "Antonio era un hombre fácil de querer". Los problemas de salud que atravesó, con una insuficiencia renal y un trasplante de riñón, unieron más que nunca a la pareja. Además de su mujer, padres y hermano, deja un hijo que acaba de cumplir siete años. Para María del Carmen, "este niño que me dio Antonio es el que me da fuerzas para seguir adelante todos los días". Junto a su hijo y a su mujer, Antonio solía pasar algunos fines de semana en Sigüenza, donde tenía familia y podía hacer la vida tranquila que los médicos le habían recomendado.
De lunes a viernes, sus obligaciones laborales estaban en el Instituto Social de la Marina, donde quienes trabajaban con él lo recuerdan por su gran compañerismo. "A muchos de nosotros incluso nos hacía la declaración de renta", dice una de sus colegas.-
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