Ejercicio de vulgaridad
El Atlético, incapaz de superar a un Villarreal de circunstancias
Sin Fernando Torres ni Ibagaza, ¿qué sería del Atlético de Madrid? Es fácil deducirlo. Puro esfuerzo sin control. Un equipo bastante mediocre. Al abrigo de ambos jugadores y de la fortaleza y la pasión de su estadio y su afición, el conjunto colchonero ve más luces que sombras. El porqué de los pocos puntos que ha conseguido lejos de Madrid (12) quedó reflejado ayer en su partido en El Madrigal. La simpleza de su propuesta y de su juego tiene la respuesta. Ante un rival de circunstancias que, asolado por las bajas, a punto estuvo de hacer debutar al utillero, no pudo conseguir más que un raquítico punto, habida cuenta de la superioridad mostrada por momentos por el parcheado adversario. Tras su gesta en Roma en la Copa de la UEFA, el conjunto castellonense se encuentra con las reservas casi al límite.
VILLARREAL 0 - ATLÉTICO 0
Villarreal: Reina; Martí, Coloccini, Quique Álvarez, Arruabarrena; Senna (Arzo, m. 84), Verza; Guayre (Santi, m. 25), Víctor, Roger; y Anderson.
Atlético: Aragoneses; Gaspar, García Calvo, Lequi, Sergi; Aguilera (Álvaro Novo, m. 74), De los Santos, Nano (Jorge, m. 46), Ibagaza; Paunovic (Rodrigo, m. 85) y Fernando Torres.
Árbitro: Pino Zamorano. Amonestó a Nano, Quique Álvarez, Roger, Jorge, Martí y Reina.
Unos 12.000 espectadores en El Madrigal.
El Villarreal se presentó con lo puesto. Lo de las rotaciones le suena a chino. Seis ausencias son muchas para cualquier equipo, más para el conjunto castellonense, con sólo 17 futbolistas en nómina. Sin la consistencia en el centro del campo de Battaglia, sin la creatividad de Riquelme en la media punta, sin la percusión de Belletti por la banda.., Paquito tuvo que inventar nuevamente un once con cierto aire competitivo, con un centro del campo improvisado, con dos medios centro inéditos: el canterano Verza y el brasileño Marcos Senna, que volvía 14 meses después, una vez superadas dos graves y consecutivas lesiones de rodilla.
El Atlético de Madrid tenía, en teoría, la obligación de sacar beneficio de las circunstancias que el encuentro le había planteado. Y pareció no querer especular de inicio. Quiso resolver por la vía rápida, de la manera más ortodoxa, con la imaginación y la visión de Ibagaza, con la velocidad y la potencia de Torres. Este último firmó la primera ocasión que el palo y Coloccini dejaron en nada. Ocurría en los primeros minutos, en los que el Villarreal andaba todavía algo descentrado. Demasiadas caras nuevas, signos inequívocos de falta de compenetración entre los futbolistas.
El Atlético tiene un problema. Un grave problema endógeno. Se vulgariza en extremos escandalosos si el balón no está en los pies de Ibagaza o de Torres. Los restantes compañeros se dedican a ejercicios pragmáticos y menos vistosos, esenciales pero toscos. Demasiada gente para correr y para presionar, muy pocos elementos para la creación de algo novedoso. La única manera de salir del atasco, de la mediocridad general, pasa por la inventiva del enganche argentino y la verticalidad del delantero de las mechas o por aprovechar la envergadura de sus centrales en las jugadas a balón parado. Lo demás es puro esfuerzo. Nada más.
Como el Atlético no acababa de arrancar, dio opción a que el Villarreal se asentara, diera un paso adelante y asustara en algún momento a Aragoneses, que vio cómo el palo se aliaba con él tras un intencionado remate del brasileño Anderson. El partido estaba equilibrado en el juego, en el poco juego, claro, en las ocasiones. Por si el horno estaba para pocos bollos, encima se lesionó Guayre. Tuvo que entrar Santi, otro chaval de la cantera del Villarreal. Lo que faltaba.
El descanso llegó con el marcador inmaculado, así que Manzano entendió que algo tenía que hacer para cambiar el triste transitar de su equipo. Retiró a Nano e introdujo a Jorge para dar más criterio en la elaboración del juego. No dio resultado.
Curiosamente, con un poco más de control de los rojiblancos, los primeros remates con aire de gol en el segundo acto fueron para el Villarreal, por mediación de Víctor y de Anderson por dos veces. En la segunda de ellas, el veterano delantero puso en entredicho la velocidad de Lequi.
El partido estaba vivo por incierto, por el equilibrio en el marcador, más que por la brillantez de las acciones, casi todas para el Villarreal, con Anderson de protagonista. En el Atlético, solamente Fernando Torres proponía peligro. El delantero se halló solo ante toda la defensa amarilla, sin nadie que le echara un cable. Y como el gol tiene nombre en los dos equipos, llámese Anderson o Torres, y ambos no estuvieron la precisión de otras tardes, el partido concluyó con un empate a cero que pone en evidencia las penurias del Atlético de Madrid ante un Villarreal de circunstancias.
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