La Real resucita al Deportivo
Un autogol de Rekarte, tras un error de Kvarme, da vida al equipo gallego en el último minuto
En horas bajas, el Deportivo siempre encuentra a la Real, como una prescripción contra las depresiones. Le ocurrió en el partido de ida cuando ganó 2-1, con dos autogoles de Jauregi tras el varapalo de Mónaco (8-3) y le ocurría ayer, en la vuelta, tras el sufrimiento de Milán (4-1). Por alguna razón, las sinrazones de la Real le acompañan beneficiosamente al Deportivo cuando más se duda de él: cuando está hundido en Europa y la Liga la tiene tan lejos que ya casi ni se divisa más que una lucha menor por lograr una plaza cómoda en la Liga de Campeones. Ayer, como en Riazor, la Real se suicidó con el agravante del último minuto y una jugada que resume todos los sinsabores que puede crear el fútbol: Kvarme cede mal, sin necesidad, Tristán roba y se perfila para fusilar a Alberto y llega López Rekarte, desesperado, y le pega al balón, de cara a la portería, para mandarla a la tribuna. Pero el balón roza el pie de Tristán y se cuela en la portería. Minuto 92. Tragedia en Anoeta y el Deportivo que se vuelve a agarrar a la esperanza gracias al espíritu balsámico de la Real que ayer tuvo poco fútbol, mucha garra y toneladas de mala suerte.
REAL SOCIEDAD 1 - DEPORTIVO 2
Real Sociedad: Alberto; López Rekarte, Schürrer, Jauregi, Potillon; Karpin, Xabi Alonso, Aranburu, Gabilondo (De Pedro, m. 74); Nihat y Kovacevic.
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, César, Andrade, Capdevila; Sergio, Duscher; Víctor, Valerón (Djalminha, m. 78), Fran (Luque, m. 74); y Pandiani (Tristán, m. 81).
Goles: 0-1. M. 10. La defensa de la Real tira mal el fuera de juego en un pase interior de Sergio a Pandiani que bate a Alberto por bajo.
1-1. M. 43. Tropezón entre César y Nihat que aprevecha el jugador turco para batir a Molina.
1-2. M. 92. Fallo estrepitoso de Kvarme al ceder a Alberto que aprovecha Tristán, y López Rekarte, al intentar evitar el tiro del deportivista, marca en propia meta.
Árbitro: Medina Cantalejo. Amonestó a Duscher, Fran y López Rekarte
Unos 20.000 espectadores en Anoeta.
En horas bajas, el equipo de Irureta encuentra siempre bálsamo a sus males en el rival vasco
Los deportivistas mandaron al inicio, pero la mala suerte se cebó al final con los locales
Debe ser que el Deportivo sabe esconderle el balón a los fogosos centrocampistas de la Real, haciéndoles correr de forma insensata y que Pandiani, en su soledad, se basta para destemplar a los centrales realistas, habitualmente desubicados y sin dar jamás sensación de línea organizada sino de suma de voluntades individuales.
Tras encajar la previsible salida briosa del equipo donostiarra, Sergio mandó parar, se cosió el balón a la bota y lo distribuyó con un concepto matemático de la alternancia (ahora aquí, ahora allí) en consonancia con Valerón, ese muchacho que disfruta jugando al fútbol a golpecitos de medio metro. Así iban acosando el área de la Real a la que le flojeaban las piernas de un Karpin cansado (llegó a San Sebastián cuatro horas antes del partido tras asistir a un funeral en Estonia), de un Kovacevic desgastado o un Xabi Alonso semilesionado que casi nunca aportaban nada concreto.
Tocando y tocando, llegando y llegando, apareció el gol de Pandiani, en pase de Sergio tan inteligente como desaprensiva fue la actitud de la defensa realista para tirar el fuera de juego. Pandiani, fiel a su estilo, a su obsesión (el gol) disparó entre las piernas de Alberto.
El gol era algo así como el fruto de la madurez, pero el Deportivo, entonces, decidió tirar de ronditos, de posesión de balón; decidió enfriar la sopa, dormir el partido, sumiendo en la confusión a una Real que jugaba de forma obtusa por el centro y carente de jugadores interesantes en los costados. La verdad es que a base de toquecitos, el Deportivo hilvanó un par de contragolpes que pudieron resolver el partido, si Pandiani hubiera andado más vivo en un centro de Víctor o si Víctor hubiera sido más preciso en una jugada calcada a la anterior en el pase a Pandiani.
Y en ésas estaban cuando llegó una jugada confusa, al borde del descanso. César, impetuoso, tropezó con Nihat y el turco se quedó solo ante Molina al que batió de un fuerte disparo. El Depor se enervó pensando que había falta, el árbitro gesticuló diciendo que el deportivista se había escurrido, pero la realidad es que ambos futbolistas tropezaron saliendo beneficiado Nihat al que le cayó el balón como una bendición con una autopista hacia Molina.
Cuando la Real estaba desahuciada, resucitó el partido poniendo de nuevo a prueba la entereza del Deportivo para agarrarse al último vagón de la Liga. Pero al partido le faltaban algunas piezas básicas para para funcionar como debía. Al Deportivo le faltaba por ejemplo Valerón, muy oscurecido, en uno de sus días lánguidos, o Fran, no menos lánguido y desocupado. Así que tenía que vivir de la inteligencia de Sergio, el empuje de Manuel Pablo y el oportunismo de Pandiani, aunque desvió el punto de mira o tropezó con Alberto más de lo que se le supone a un apodado rifle por su precisión en el disparo. Con media docena de ocasiones sólo atinó en una. Cosa extraña. A la Real le faltaba Xabi Alonso, más entregado a labores defensivas (para tapar a Valerón) y le faltaba Karpin, sobre todo, un termómetro anímico y futbolístico del equipo de Denoueix.
Así que el partido fue igualándose y, por lo tanto, abriendo las posibilidades del marcador a cualquier jugada accidental, afortunada o a cualquier destello individual. Tan raro estaba el partido que dos futbolistas ilustres pasaron por el encuentro con cuentas menores. Fran salvando un disparo, bajo palos, de Potillon, y Xabi Alonso cometiendo un penalti sobre Valerón no pitado por el árbitro. Y llegó el accidente en un derrapaje de Kvarme y un volantazo de Rekarte. Y el Deportivo tan feliz con un empate inesperado y la Real Sociedad deprimida con su séptima derrota en los instantes finales.
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