El adiós de un mandato delegado
Teófila Martínez ha sido presidenta del PP andaluz cinco años pero no ha conseguido consolidar su liderazgo
Domingo 22 de septiembre de 2002. Es mediodía y acaba de concluir el décimo congreso del PP de Andalucía celebrado en Granada. Teófila Martínez, que el día anterior había sido reelegida presidenta regional del PP, camina seria por los alrededores del Palacio de Congresos y Exposiciones acompañada exclusivamente por una colaboradora. Los tres días que ha durado el cónclave no han sido fáciles. Martínez, incómoda por su situación en el partido, había intentado postergar su designación como candidata autonómica, pero finalmente no lo consigue.
Mediante una fórmula un tanto heterodoxa y no contemplada en los estatutos del partido -la recogida de firmas entre los compromisarios del congreso-, Teófila Martínez es nominada por segunda vez candidata a la Junta de Andalucía. Este congreso, que termina con esta decisión contraria a su voluntad, pone de relieve la soledad de Martínez en el PP andaluz y su sentido, casi militar, de la disciplina de partido.
Internamente, se le ha reprochado que no renunciase a la Alcaldía de Cádiz
Pocos dirigentes populares se creían que el liderazgo de Martínez fuese sólido
Teófila Martínez, que el pasado viernes anunció su dimisión como presidenta del PP andaluz tras el fracaso de las elecciones autonómicas del 14 de marzo y el regreso de Javier Arenas al frente de esta formación, llegó al cargo que ahora deja casi de rebote o, mejor dicho, por eliminación.
En enero de 1999, Javier Arenas fue designado secretario general del PP, lo que le obligó a abandonar la presidencia de este partido en Andalucía. En la siguientes semanas se abrió un proceso para ver quién se podía hacer con las riendas de la organización. Quienes querían no fueron sondeados, y quienes fueron sondeados no quisieron. Así, hasta llegar a Teófila Martínez, alcaldesa de Cádiz desde 1995, quien nunca se había interesado ni mostrado vocación por la política autonómica.
Martínez fue, finalmente, la elegida y sólo puso una condición para aceptar un reto que no le llamaba especialmente la atención: bajo ningún concepto iba a abandonar la Alcaldía gaditana, algo que ha cumplido a rajatabla, y que ahora, en las duras, vuelve a ser su principal refugio.
Teófila Martínez llegó a la presidencia del PP con un equipo diseñado casi en su totalidad por Javier Arenas. Sólo posteriormente, con el paso de los años, ha introducido algún pequeño retoque, en puestos de segundo nivel, para introducir a personas de su entorno.
A la postre, esta circunstancia ha derivado en una desconfianza entre quienes han formado la cúpula del PP, especialmente entre Martínez y su secretario general, Antonio Sanz, quien en este tiempo ha ejercido el control real y diario del partido y del grupo parlamentario en la Cámara autonómica.
Lo cierto es que a Martínez no le gustaba el día a día del partido, ni las batallitas internas, ni las camarillas ni nada por el estilo. Cuando llegó a la presidencia del PP andaluz esto chocó de inmediato, sobre todo porque se venía del hiperliderazgo de Arenas, a quien no se le escapaba ni un movimiento en el seno de su formación, ocurriese donde ocurriese. Este hecho ha propiciado que Martínez se enterase a última hora de relevos de candidatos o de crisis tan graves como la ocurrida en Córdoba, que concluyó con la destitución de la dirección provincial.
En estos cinco años, por contra, Arenas ha mantenido su autoridad e influencia sobre el PP andaluz -las decisiones más trascendentes siempre han contado con su visado- y ahora que vuelve como presidente regional es como si retomase un poder que había delegado de forma temporal, aunque él pensase que iba a ser definitivo.
La sombra de Arenas y la propia actitud de Martínez ha hecho que el liderazgo de ésta no se haya consolidado en ningún momento. Internamente, siempre se le ha reprochado que haya actuado como si no se creyese la candidatura autonómica al no dedicarse en cuerpo y alma a esta misión. Martínez ha desoído todas las voces que le han sugerido que abandonase la Alcaldía de Cádiz, donde el PP tiene una amplia mayoría absoluta, o su escaño de senadora por designación autonómica.
Ella ha preferido compatibilizar todos los cargos que ha tenido en estos años: alcaldesa, presidenta del PP, presidenta del grupo parlamentario, senadora, además de los puestos derivados de la alcaldía, entre ellos la presidencia de la Zona Franca, un flanco por el que ahora sufre ataques tras las irregularidades cometidas por un colaborador suyo.
En las elecciones de 2000, tras una precampaña muy reducida, Teófila Martínez logró los mejores resultados del PP en la historia autonómica. Consiguió 46 diputados y situó a su grupo a seis escaños del PSOE. Por aquella época, Arenas ya había puesto en circulación lo que denominó como el efecto Teófila y los populares se presentaban como La revolución que Andalucía necesita. Tras estas elecciones de 2000, Martínez empezó a creerse algo más el proyecto en el que se había embarcado y hablaba de que el PP se había convertido en una "oposición de Gobierno".
Su llegada al Parlamento como gran rival de Manuel Chaves llevó expectación a sus filas, que pronto quedaron desencantadas por sus intervenciones en las sesiones de control. Las preguntas de la líder del PP a Chaves llevaron el desánimo a sus diputados tanto por la forma (muy agresiva) como por el fondo (preguntas de escasa actualidad y de las que el presidente de la Junta salía airoso sin apenas problemas). La mayoría comenzó a verla como alguien distante, a quien es imposible hacerle una confidencia o consultarle algo.
La etapa inicial de cierta esperanza tras las elecciones se fue desinflando poco a poco. La incapacidad del PP para tender puentes con los demás partidos, su soledad en la Cámara, la falta de sensibilidad del Gobierno hacia Andalucía, las tensiones internas, la dependencia de Madrid para la toma de decisiones, el estilo estridente de Martínez... todo ello se fue sumando y contribuyendo a debilitar el liderazgo de la presidenta regional. Pese a los gestos públicos, pocos en el PP se creían que el liderazgo de Martínez fuese sólido.
La prueba ha sido el 14 de marzo. Tras las elecciones, todo el PP cerró filas para hacer frente al aluvión y señaló a los atentados de Madrid tres días como la clave de la derrota electoral en España y de la debacle en Andalucía. Públicamente, casi todos los dirigentes del PP respaldaron a Martínez, aunque todos coincidían en que su marcha era imprescindible.
El runrún del regreso de Arenas a Andalucía fue la puntilla de su presidencia y ha precipitado los acontecimientos. El pasado viernes, convocó una rueda de prensa para anunciar su dimisión y, de esta manera, poner fin a un mandato delegado.
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