Los viejos cajones de los sobrinos
Los herederos de Josep Pla y Josep Maria Cruzet conservan materiales inéditos del escritor y su editor
La memoria de los años heroicos de las letras catalanas está en manos de dos sobrinos. Frank Keerl, sobrino del escritor Josep Pla, abrió ayer las puertas del celebérrimo Mas Pla, en Llofriu, para celebrar la reciente publicación de la correspondencia que el autor de El quadern gris mantuvo con su editor, Josep Maria Cruzet. Entre los invitados estaba, evidentemente, Sebastià Borràs, el sobrino de Cruzet y principal artífice de que las misivas entre los dos puntales de la literatura catalana hayan visto finalmente la luz. Los dos sobrinos, uno más precavido que el otro, reconocieron que entre el voluminoso legado de sus tíos -ambos guardaban desde las facturas hasta los billetes de tren- pueden rescatarse todavía valiosos documentos susceptibles de ser publicados.
Keerl, de 71 años, reconocía ayer, ante la gran chimenea en la que Pla urdía su literatura, que está todavía clasificando la correspondencia del escritor, aunque es reacio a aventurar nombres. No obstante, cuando se le propone la posibilidad de editar la correspondencia con el ensayista y escritor Maurici Serrahima (1902-1979), responde con un "todo se andará". Pero el sobrino de Pla cuenta también entre sus méritos la destrucción de una parte legado planiano. Según afirma, quien hubiera probado el "malísimo" vino que se elaboraba en el mas sólo puede agradecerle que una de sus pocas decisiones antiplanianas fuera arrancar la viña. En cambio, conserva la explotación de los campos y algunas vacas, aunque se queja de su poca rentabilidad. "La payesía en este país se va a hacer puñetas", lamenta parafraseando a su tío.
Sebastià Borràs tiene menos reparos a la hora de hablar del legado de su tío, el fundador de la librería Catalonia. Entre la correspondencia inédita e interesante del editor se incluyen cartas de Carner, Espriu, Gaziel y Rusiñol. De este último, conserva cinco obras de teatro corto inéditas. Borràs recuerda que la correspondencia entre autor y editor da cuenta de la confianza y la creciente amistad que surge entre ambos. "Pla le daba consejos sobre libros por editar y le comentaba los problemas con la censura", explica el heredero del editor, quien destaca que "jamás firmaron un contrato".
Borràs está satisfecho de que la editorial Destino, la editorial en la que Pla publicó su obra completa, haya editado también la relación epistolar, a cargo de Josepa Gallofré. En cambio, se confiesa arrepentido de haber dejado en manos de Edicions 62 el fondo editorial de Selecta. "Hay muchas cosas excelentes que no pueden encontrarse. Me parece que no hacen un buen uso de ello, cosa que es una pena", lamenta. Curiosamente, Borràs no leyó las cartas de Pla que tenía en su poder hasta que se transcribieron: "La letra de Pla era tan diminuta que necesitaba 15 minutos para cada párrafo".
Ante la chimenea del Mas Pla, resulta imposible resistirse al cruce del rico anecdotario surgido en torno al grafómano de Palafrugell. Borràs recuerda que su tío le contó que Pla le explicaba que se sentaba a escribir junto a la chimenea con un vaso de whisky, una vela y unas cuartillas y que, inexplicablemente, todo -bebida, luz y papel- se terminaba a la vez.
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