Diálogo de besugos
La semana pasada sugerimos retrasar aún más la hora de emisión de los debates electorales. Nos parecía que a las doce podía haber gente despierta. Pues bien: nos han hecho caso. El de este jueves salió al aire a la una de la madrugada. Yo lo grabé. Programé el vídeo y me fui a la cama. Pero antes, tuve la precaución de llamar a dos amigos para que hicieran lo mismo. En donde yo vivo además de no haber alcantarillado la luz se suele ir constantemente, y no hubiera sido la primera vez que me levanto a la mañana siguiente con el pozo negro hasta el eje y el vídeo desprogramado. No es que yo sea amigo de contar intimidades, pero es que éstas vienen muy al caso, porque el debate en cuestión versó sobre infraestructuras, vivienda y medio ambiente, y habría tenido su gracia no haberlo podido ver por culpa de un apagón.
En esta ocasión no había chicas, sólo chicos con trajes oscuros. Por el PSOE se presentó Martín Soler (corbata azul clarito); por el PP, Jorge Ramos (corbata fucsia); por IU, Pedro Vaquero (corbata a cuadraditos negros y blancos); y por el PA, Ildefonso dell'Olmo (corbata amarilla con pintas). Echo en falta en estos shows a Manuel Pimentel. Ya sé que no tiene representación parlamentaria, pero sí tiene un protagonismo en la vida política que le haría merecedor de otro trato.
El debate reprodujo de modo más acusado una tendencia que ya se había advertido en el coloquio anterior: en realidad lo que modera el periodista Carlos María Ruiz no es un debate, sino un diálogo de besugos. En primer lugar los participantes no acuden al plató con la pretensión de convencer a los demás ni con el ánimo de admitir en ningún momento que el adversario lleva razón; acuden con la única intención de vender su mercancía, sobre todo ahora que ya se ha abierto la campaña electoral. Ninguno de ellos pretende conversar, es decir: escuchar los argumentos del contrario y elaborar a partir de ellos la propia opinión, que a su vez podría modificar, si se tratara de un verdadero debate, la posición del contrario.
Los únicos que representaron un remedo de diálogo fueron Soler y Ramos, si es que se puede llamar conversación a tirarse a la cabeza cifras de inversiones y kilómetros de autovías. Una estadística del PP era inmediatamente contestada por una contraestadística del PSOE. Ambos simularon estar solos en el plató. Escuchaban a los portavoces de IU y del PA, incluso los miraban, pero ni Soler ni Ramos se dignaron a replicar los argumentos de Vaquero y de Dell'Olmo. Como si no estuvieran.
Y en el terreno de las... ¿ideas?, nada nuevo. Soler culpó de todo al Gobierno, como si la Junta fuera un ente angelical sin atributos ni competencias. Y Ramos culpó de todo a la Junta, como si el Gobierno estuviera realmente interesando en el bien común y no en sacar tajada desmantelando primero y privatizando después los servicios públicos del Estado. Por su parte, Dell'Olmo y sobre todo Vaquero, con propuestas muy sensatas sobre el estímulo del alquiler para bajar el precio de la vivienda y una defensa del ferrocarril como alternativa a esa disparatada política de AVE para todos, buscaron como pudieron su lugar bajo el sol. Pero los otros dos nada, ni caso.
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