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Crítica:TEATRO | 'El precio'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hombre pobre, hombre rico

Un hermano es pobre, otro rico. El centro, la base, la razón de esta comedia es el diálogo entre los dos, que no se han visto en mucho tiempo, en el momento en que se saldan los muebles de la casa de los padres. En 1968 planteaba Miller en su país cuestiones que aquí tardarían más tiempo en llegar, como el consumismo. Otras que son eternas: el valor de las cosas que teóricamente no tienen precio: cuánto dinero es necesario para seguir una carrera en lugar de buscar trabajos humildes. Discusiones sobre los padres: cómo se puede juzgar su comportamiento, su lejanía o su explotación: no son inmunes. La vida es de uno mismo y tiene que defenderla. No digo que sean asuntos nuevos ni enteramente actuales: lo que sí digo es que en una tarde de viernes el teatro Marquina estaba lleno, que el silencio absoluto era seña del interés de lo que se decía en escena y de admiración por los actores.

El precio

De Arthur Miller. Versión y traducción:Bernardo Sánchez Salas. Música: Yann Diez Doizy. Intérpretes: Juan Echanove, Ana Marzoa, Helio Pedregal, Juan José Otegui. Escenografía: Andrea d'Odorico. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Vestuario: Nora Renan. Director: Jorge Eines. Teatro Marquina. Madrid.

Miller compuso esta comedia sin demasiada preocupación por el equilibrio o la carpintería. La primera media hora, después de una escena de antecedentes sin importancia, la ocupa un viejo judío que va a comprar de saldo los muebles de la casa, por el menor dinero posible. Luego al personaje pintoresco, convertido en figurón, le meten en una habitación adjunta que se transparenta -un buen decorado de Andrea d'Odorico- y no sale más que para decir la frase moral final. El cuarto personaje, la esposa del hermano pobre -y guardia- no tiene, desde mi punto de vista, ninguna necesidad de estar en el reparto, y el valor del personaje es el que le da su intérprete, Ana Marzoa.

Es interesante ver cómo esta construcción imperfecta de la obra no la destruye ni la incomoda: el interés está en el análisis despiadado de la familia burguesa, en la pelea de los dos hermanos hechos por actores de primera clase -Helio Pedregal y Juan Echanove-; el desmontaje de verdades y mentiras, de trucos de conciencia, de suposiciones frente a hechos: es una sociedad entera la que se desnuda y, repito, la de hace más de treinta años en Nueva York no es muy distinta de la de ahora en Madrid. Por eso el público estaba apasionado, y sólo rompió su silencio para repetir las ovaciones.

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