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Gulliver no quiere ser pieza de museo

El famoso baloncestista ruso Alexandr Sizonenko, hoy inválido, se ha negado a vender su esqueleto al doctor alemán y profesor de anatomía Günter von Hagens para que sea expuesto después de su muerte. Sizonenko ha figurado en el Libro Guinness de los récords como el hombre más alto del planeta, con 240 centímetros de estatura, y ciertamente lo sigue siendo de Rusia. Por cierto, el hombre más alto de todos los tiempos, sostienen en Moscú, no es el norteamericano Robert Pershing Wadlow (1918-1940), con 2,72 metros, sino también un ruso: Fiódor Májov, de 2,85 metros, que murió en 1905 a la edad de 25 años y sobre cuya visita a París escribió el biólogo francés Jean Rostand. Sizonenko, que cumplirá 54 años el próximo mes de marzo, se vio obligado a abandonar el deporte debido a un trauma en una pierna, en 1980. Ahora malvive en San Petersburgo con una mísera pensión de 30 euros mensuales. Hace poco, el gigante ruso viajó a Alemania invitado por un ex compatriota que le prometió pagarle un tratamiento, pero en Heildelberg, donde el "doctor de la muerte", como llaman a Hagens, dirige el Instituto de Plastinación, le ofreció comprar su esqueleto para que formara parte de la exposición Mundos del Cuerpo después de muerto. A cambio, a Sizonenko le ofrecieron una pensión de por vida de 100 euros mensuales. Pero el ex baloncestista rechazó la oferta. "Sería un pecado vender mi cuerpo y convertirme en una muestra de museo después de muerto. Si hubiera aceptado, yo mismo me habría estado empujando en brazos de la Parca", explicó Sizonenko. Toda la ropa el gigante se la tiene que encargar: traje talla 66, gorro 65, zapatos 56. Su cama parece un ring de boxeo por su tamaño. Sizonenko, que no tiene hijos, se casó en 1988 con Svetlana Gumeniuk, de sólo 165 centímetros de estatura.

Alexandr Sizonenko, el pasado lunes, en San Petersburgo.
Alexandr Sizonenko, el pasado lunes, en San Petersburgo.EFE

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